Columnas de Opinión

Ole, ole y ole

Las niñas de Alcalá en el Teatro Falla de Cádiz.

Las niñas de Alcalá en el Teatro Falla de Cádiz.

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El final de las Navidades es un momento grandioso. Por fin, después de tres semanas, los lebreles vuelven al colegio, las comida a su ser, los cabrones de la sociedad nos asaltan cada día y comienza el mayor y mejor espectáculo de música de España: Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas de Cádiz.

El avance de las tecnologías nos proporcionan la posibilidad de seguir todas sus actuaciones en el gran Teatro Falla. Esas buenas gentes han estado preparando letras, melodías, vestuario y ser únicos cada año. La creatividad de sus autores es fabulosa. Recogen los hechos sucedidos en nuestro planeta de norte a sur, este al oeste, nuestro a vuestro y al otro.

Hay cuatro tipos de agrupaciones: coro, comparsa, chirigota y cuarteto; dependen del número de componentes para estar clasificados y participar en cada categoría.

La música se basa en adaptar melodías en ocasiones para cada agrupación. Además, al compás del famoso ¾ comienzas a mover los pies, dedos y manos siguiendo el ritmo alegre. Una caja, bombo, guitarra, bandurrias y laúdes envuelven el alma de cientos de miles de personas a lo largo del mundo entero que habitamos en el Falla esos días.

Ese grácil acentazo andaluz, quizá difícil de entender para mentes cortas de imaginación, alegría y espíritu siempre despierta una alegría al escuchar sus coplillas. De su imaginación, nadie escapa, cuan tituló Francisco de Rojas Zorrilla: “Del Rey abajo, ninguno”.

Aquellos que desconocíamos Cádiz, comenzamos a saber de la Caleta, del barrio de la Viña, del Puerto; como si entraran todos en nuestro salón en enero, empezamos a oír las letras de Juan Carlos Aragón, Manolito Santander, el Selu, Julio Pardo, Juan Fernández, Martínez Ares, Love, Yuyu, Canijo y otros tantos que no recuerdo en este momento. ¡Ay, Cádiz!

La madre, esa mujer, única que no traicionará en la vida a un hijo, es un constante homenaje en todas las ediciones. Nos hace recordar a la propia, su sonrisa, atenciones, cariño y sacrificio durante toda la vida por su familia. ¿Quién no llega a echar un par de lagrimones al oír cada canción en su honor? ¡Ay, esas buenas gentes carnavaleras!

Se acuerdan de las penurias del trabajo en tierra gaditana. Habituados a engrosar las listas del paro, encabezando en muchas ocasiones el listado de España, es un drama desde hace años, demasiados. Ellos suelen atizar acertadas canciones a aquellos malvados que se han aprovechado de las subvenciones para dejar la zona en barbecho. Un día de estos, da igual el partido que sea, podía sacar a la luz todo el pastizal invertido en la zona y, especialmente, quién, por qué y adónde se lo llevaron. ¡Ay, Cádiz!

Una de las empresas objeto de sus canciones es la Guardia Civil y sus agentes. Recuerdo en 2006 la letra del Sherif, don Juan Manuel Braza Benítez, en la chirigota Los aguafiestas. Caracterizaban con simpatía a los funcionarios del cuerpo. ¡Primer premio de su categoría! Simpatía, respeto, humor sano, evitando el insulto y admiración conjugados en treinta minutos eternos. Sí, treinta porque es un número mágico, tal y como se disfruta de sus actuaciones; treinta mil porque habré oído sus canciones un número aproximado de veces, llorando de alegría en más de una de ellas. ¡Cuánto humor hay en Cádiz!

¿Y el vestuario? Obras de arte. Los diseñadores son otro ramo especial del conjunto artístico. Quienes cosen, pintan, imaginan la puesta de largo en el Falla de cada detalle en el escenario. Esa imaginación y creación son dignas de admiración. ¿Y todo por qué? Por ARTE. Artistas de primer nivel, aficionados de profesiones diversas, unidos por al amor al arte. Arte, mucho arte se respira en el Falla. Por los cuatro costados, en cada centímetro cuadrado de allí, de las pantallas de televisiones, ordenadores y otros dispositivos que nos sientan en sus butacas, balanceando sus maravillosas historias.

Este año han tenido un grandísimo detalle otra vez, que engrandece cada año su humanidad. Describir lo hijos de puta que son los terroristas es toda una hazaña, ya que mucha, demasiada gente tiene querencia por esa gentuza en los tiempos que corren. El desafío del Golpe de Estado en Cataluña ha tenido como víctimas colaterales los hijos de Guardias Civiles. Nuestros zagales tienen más difícil escamotear el trabajo nuestro. Habitualmente vivimos en Casas Cuarteles, dependencias oficiales que han sido dianas de piedras, pintadas e insultos durante muchos años. Los lebreles, el futuro de la familia y de un país corren el riesgo cierto de ser marginados en el colegio desde su más tierna infancia. No ya por otros compañeros, sino por los propios docentes, cuyo germen de odio lleva años fraguando auténticas discriminaciones. Luego se les llena la bocaza de cómo evitar el bullying -forma progre de llamar al acoso escolar-.

Ustedes, personas del concurso, me hacen recuperar la fe en el ser humano cada año; luego la pierdo y deseo comience el Falla otra vez. ¡Ay, mi Cádiz! -con permiso-.