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Miscelánea de viernes, de todo un poco

Cola para entrar al Congreso de los Diputados el día de puertas abiertas.

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El mundo está lleno de frases de paz y amor... qué si hay que querer al prójimo (cómo a uno mismo decía la Biblia) que hay que poner la otra mejilla (¿estamos tontos o qué?) y chorradas similares dignas de utopía más que de humanos.

Es cierto que la violencia no es el camino adecuado. Yo rechazo casi toda la violencia. Y matizo lo de casi toda. No estoy nada de acuerdo en la moda actual de sobreproteger a los tiernos infantes hasta el punto de que los padres han perdido toda la autoridad del cachete a tiempo. Y no estamos hablando de palizas no. A ver, que levante la mano la persona que nunca haya recibido un cachete, un azotazo de sus padres. Porque yo he de reconocer que no he recibido muchos, pero aún recuerdo la zapatilla voladora de mi madre y mi sagaz esquiva a la hora de salir ilesa del trance.

Y es que señores/as míos/as. A veces el cachete es efectivo al 100% porque tanta plañidera, palabras blandas e intentos de negociación frustrado con un niño de 3 años literalmente tumbado en el suelo de un supermercado con una rabieta del quince que ni oye, ni escucha ni reacciona a las palabras, puede ser el único revulsivo para evitar la escena teatral con el consiguiente sentimiento de culpa del padre en cuestión.

Pero hoy no quería hablar de cachetes, que es un tema que da para mucho, sino de la hecatombe mundial de paz y amor. Sí, está muy bien en teoría eso de darse la mano aunque sea de una forma más falsa que las pesetas de madera. Pero yo no estoy de acuerdo en mostrar pleitesía a personas que nos caen tan mal que en algún momento de locura desatada hubiéramos deseado que no estuvieran. Si en el mundo hubiera menos falsedad, creo que nos iría mejor, porque sabríamos de fijo quien viene a clavarnos el puñal de frente y no por la espalda. Y es que vivimos en una sociedad falsa, con políticos falsos dignos de un Oscar a la mejor interpretación de la década. Políticos que según el momento y sobre todo, la ocasión, cambian de opinión a golpe de miedo/prestigio/poder. Hoy a muerte contigo y mañana si eso, tengo el puñal preparado. Y claro, en un mundo donde nuestros máximos representantes juegan a mentir. ¿Qué se puede esperar del resto? Por mi parte, me gusta ser como soy, borde la mayor parte de las veces con personas que me caen mal. 

Si, lo sé, eso no es políticamente correcto, pero muestro mis cartas sin dilación, especialmente para que no me toquen la moral, y me pueda dedicar a las personas que realmente me aportan. Si todos jugáramos con la verdad por delante, nos iría mucho mejor. Politicians first, please.