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'El sacrificio de un ciervo sagrado'

Fotograma de El sacrificio de un ciervo sagrado.

Fotograma de El sacrificio de un ciervo sagrado.

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No recuerdo nunca haber expresado una opinión tan incongruente como la que voy a desarrollar, pero tras ver este film extremo no creo tener otra alternativa, y es que si bien probablemente podemos considerar El sacrificio del ciervo sagrado una obra maestra del cine contemporáneo, con la misma rotundidad con que hago esta afirmación, también digo que probablemente no estaría dispuesto a recomendársela a nadie, ya que es una obra maestra si, pero de la crueldad, un film insano, no tanto por sus imágenes sino por una historia que lleva al espectador a una incomodidad sin límites.

La filmografía del director Yorgos Lanthimos siempre ha deambulado por los márgenes más arriesgados y surrealistas del relato cinematográfico, pero para mí, hasta ahora, siempre se había quedado en la anécdota de lo sorprendente y el impacto de lo irracional, sin haber transcendido a un relato de mayor robustez argumental, y habiéndose quedado siempre en los territorios de las ideas provocadoras sin más, con muy desiguales resultados.

Pero con su último film estamos ante otra cosa, ya que es la perfecta mezcla de la atmósfera insana habitual del director, con una estructura algo más clásica, donde a través del desarrollo de una trama con tintes de thriller de venganza, sobre el que poco a poco se nos van dando pequeñas dosis, acabamos en una historia de terror irracional cuyos protagonistas por un lado, y nosotros los espectadores por otro, somos incapaces de saber donde nos puede llevar.

No quisiera adelantar nada del argumento, pero lo que sí puedo asegurar es que esta historia provoca dos horas de puro malestar, absoluta incomodidad y una ausencia de lógica racional que nos llevan a las puertas de la pura nausea.

Todo esto lo hace con una brillantez estética y una potencia visual también novedosos en un autor que no se había caracterizado tanto por su virtuosismo visual, pero aquí resulta magistral el uso de una cámara que permanentemente nos recuerda al Kubrick de “El resplandor” pero en una versión más sofisticada.

No vayan a verla, se evitarán un mal rato, y la vida, y menos el ocio, no debieran estar para pasarlo mal, pero no obstante, si no hacen caso de mis advertencias, y consiguen digerir lo que ofrece esta película, al menos podrán decir que han visto una obra maestra, cruel y enfermiza sin duda, pero obra maestra al fin y al cabo.