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Érase una vez el hombre

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Puestos a creernos todo lo que nos cuentan, aquí seguimos, y lo que te rondaré morena. Desconozco si en verdad descendemos del mono, si Dios nos creó a su imagen y semejanza e incluso que la mujer saliera de una costilla de Adán (a este respecto les recuerdo que tenemos en nuestro interior una serie de costillas falsas) Pasó el tiempo y nos dijeron que los niños venían de París. Luego se comprobó que no era así. Al parecer una de las cigüeñas resultó ser un topo y destapó la trama.
De Papá Noel ya ni les cuento. Entraba por las chimeneas de aquella manera, cargado como un sherpa y salía impoluto. Hoy con la calefacción central y las cocinas de inducción desconozco cómo diablos lo consigue.

Otro que tal baila es el Ratón Pérez. A estas alturas del siglo XXI es el mejor protésico dental. Trabaja muy bien, pero nadie le ve por la consulta. Dicen que es el Amancio Ortega de las ortodoncias por la ingente cantidad de piezas dentales que posee. Habrá que creérselo.

De la moneda única europea, más conocida como Euro, nos hablaron excelencias y también nos creímos el cuento. Fíjense como estamos después de 15 años de circulación en sentido contrario a nuestros bolsillos. Les recuerdo que antes de que el euro se convirtiera en moneda de España, el dinero aquí se llamaba pesetas.
Nos creímos una crisis que inventaron los de siempre para hacernos más infelices a costa de nuestros ahorros. Y claro, se lo llevaron del tirón para hacernos creer que vendría la recuperación a no tardar. Y seguimos creyendo cada día. Ya saben, el juego ese de la bolita y los tres cubiletes. Pues eso.

Todos creemos en que algún día va llegar el futuro, y resulta que cada nuevo amanecer ya es el futuro de ayer mismo. Mientras tanto los poderosos nos venden algo más lejano para hipotecar nuestras creencias. De ahí que sigamos creyendo en realidades que no existen, pero ellos hacen que nos sintamos útiles, necesarios e incluso ilusionados con la conjugación del verbo creer.

Nos dicen que no hay dinero suficiente para el pago de las pensiones con la intención de que nos sintamos culpables y de esa manera no perder la fe en seguir pagando las veleidades de quien más tiene y menos necesita. Más no escatimen ustedes en ilusiones porque las pensiones subirán uno o dos euros al mes mientras el señor Montoro anuncia una brutal subida de impuestos para 2018.

Nos hacen creer que los bancos protegen nuestros intereses, y nos invitan a comprometer nuestros ahorros en productos virtuales a través de riesgos que nadie sabe en qué lugar del mundo virtual y en manos de quienes se fragua el negocio de la usura. Y así hasta que salta la liebre de unos pingües beneficios que nunca llegarán a nuestros bolsillos.

Y en clave política ya ni les cuento. Para una vez que tenemos a un verdadero líder como lo fue Jesús de Nazaret, va el pueblo y vota por Barrabás. Y así nos va desde entonces. Vean si no en Cataluña como pinta la cosa. Nos hacen creer que votando una y mil veces las cosas van a cambiar, pero hace más de dos mil años que Poncio Pilato se lavó las manos.

Estos y otros de los muchos ejemplos pueden servirnos para comprender lo vulnerable que resulta la especie humana a la hora de creernos lo que quieren que así sea. Las redes sociales, medios de comunicación y otros sistemas de logística pura nos conducen al juego ese del veo-veo una cosita con qué letrita. Confieso que no me gusta casi nada de lo que nos está pasando. Ahora bien, es importante creer en algo, diría que incluso se hace necesario por aquello de la ilusión o la esperanza. Por eso yo sigo creyendo en los Reyes Magos, que quieren que les diga. Hay quienes pretenden excluirles de la vida social y convertirlos en eméritos. No se preocupen, son cosas de los antimonárquicos. Así pues, lo que nos queda de esta breve génesis son los auténticos monarcas que habitan entre nosotros, por ejemplo mis lectores, una familia buena y unos amigos buenos. Con eso tengo suficiente. Sean felices.