La influencia nacionalista en el gobierno del Estado viene resultando decisiva desde los primeros tiempos de la democracia. Ello les ha permitido ir obteniendo, legislatura tras legislatura, pingües ganancias para sus respectivos territorios, con agravio del resto de ciudadanos y desembocado en una situación de privilegio para ellos y perniciosa para los demás.
Para asombro de los españoles, los grandes partidos (PP y PSOE) ven esta situación con complacencia y buscan el apoyo de la influencia que nuestro injusto sistema electoral da a los partidos nacionalistas para ver aprobados los presupuestos del partido que gobierna. Cosa que estos aprovechan descaradamente y con toda rapacidad.
Y sin embargo, sería tan fácil evitar este chantaje nacionalista. Bastaría con un sencillo pacto entre PP, PSOE y Cs por el que se comprometieran mutuamente a no dejar en inferioridad al partido gobernante frente a los votos nacionalistas en la aprobación de los respectivos presupuestos, prestándole los votos que fuesen menester.
Claro que para ello hace falta grandeza y sentido de Estado. Me temo que nuestra clase política no está a la altura y esperar que hiciesen algo tan lógico y bueno para España es cosa de ilusos, ¿verdad?