Opinión

Tres contra uno, ¿y el resultado del 21-D?

Un momento de la manifestación por la unidad de España celebrada el domingo 29 de octubre en Barcelona.

Un momento de la manifestación por la unidad de España celebrada el domingo 29 de octubre en Barcelona. Efe

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Anoto que el autor no es residente en Cataluña, aunque desde hace tiempo tiene la fortuna de disfrutar de esa tierra y esa sociedad durante unos tres meses al año, ni tampoco adolece de un particular nacionalismo unido a que, después de 20 años fuera de España, comparte familiarmente cuatro nacionalidades incluidos nietos con derecho a voto… Pero por patriotismo constitucional, y desahogo personal, no quiero dejar de dar mi voz de alarma por si consigo algún eco que llegue a quienes va destinado mi comentario y opinión.

Somos protagonistas y posibles víctimas, por activa y por pasiva en ambos casos, de la encrucijada dramática y democrática en que nos encontramos, única desde 1936 (año de nacimiento del autor…).

Dramática porque una inmensa mayoría de los españoles, los catalanes y el resto, hemos estado y lo seguimos estando acongojados, nerviosos, preocupados por la situación en Cataluña, el desafío independentista, el golpe separatista o como cada uno lo quiera llamar.

Democrática porque los ciudadanos censados en Cataluña tienen la imprescindible oportunidad, pero esta vez en circunstancias muy especiales, de clarificar el dilema que un grupo de políticos, seguidos por numerosos catalanes de sentimentalismo excluyente, han venido planteando y resolviendo a su manera.

Las encuestas y la lógica (las razones y sentimientos no cambian radicalmente en unas semanas) señalan que estamos en un empate técnico con la alarmante posibilidad de que el bloque soberanista vuelva a tener mayoría absoluta o se quede a la merced de los Colau-podemitas.

Aunque las encuestas sean de dudosa fiabilidad en un ambiente tenso y conflictivo, hay que ser ciegos para no ver que el bloque C’s+PSC+PPC lo tiene muy crudo. Y aun siendo medianamente optimistas para conseguir una clara mayoría constitucionalista necesitarían negociar con QSEP.

Hay analistas que concluyen que mientras no se reforme la Constitución llegaremos a algo parecido a la situación en que nos encontramos. Si no se consigue mayoría constitucionalista lo contrario sería una catástrofe anunciada y ya comprobada por los ilícitos de septiembre y octubre y sus consecuencias económicas y de convivencia. Catástrofe para Cataluña y el resto de España.

Por consiguiente, puesto que el objeto compartido debe ser la mayoría absoluta de los partidos constitucionalistas, el bloque C’s+PSC+PPC no puede andarse con medias tintas y debería tratar de optimizar la campaña electoral sin contagiarse del optimismo ajeno procedente del exterior. Hay que evitar todo lo que pueda ir en detrimento del objetivo compartido, como es el tratar de sustraerse unos a otros potenciales votantes, distrayendo al electorado con una panoplia de ofertas propias de cada partido que, aunque importantes y legítimas, son de segunda relevancia en las graves circunstancias en que nos encontramos y el difícil reto de 21-D.

Por ello opino que es absolutamente necesario que el bloque C’s+PSC+PPC forme para esta ocasión una alianza, a registrar el martes siete de noviembre, que conduzca a una lista única con un programa común de normalización y una campaña que evite la confusión y la dispersión de la intención del voto de un electorado que en gran cantidad ha estado mal informado. Además de mejorar el resultado por la unión de fuerzas y argumentos, una candidatura constitucionalista única aprovecharía los restos que por la ley D’Hont se desperdician con listas separadas. Y la situación no está para desperdiciar votos que, de por sí, la ley electoral asigna de forma perjudicial en la provincia, más numerosa y menos independentista, de Barcelona.