Opinión

Puigdemont el desesperado

Puigdemont antes de hablar a la prensa en Bruselas.

Puigdemont antes de hablar a la prensa en Bruselas. EFE

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Ante la presunta, aunque pública y notoria, comisión de delitos gravísimos recogidos en nuestro Código Penal por mandato de la Constitución, el expresident Puigdemont viaja a Bélgica, al país más secesionista de la Unión Europea, para implorar asilo político y exponer públicamente el victimismo que durante tanto tiempo ha engañado a gran parte del pueblo catalán.

¿Por qué Bélgica? La explicación es sencilla. Bélgica es un país gobernado por un conglomerado de cuatro partidos entre los que se halla un partido radicalmente nacionalista afín a cualquier movimiento que huela a secesionismo. A eso hay que sumar que allí puede contratar a un letrado famoso por conseguir la denegación de una solicitud de extradición a una Etarra que pudo refugiarse en ese país.

Presentadas y admitidas las querellas de la Fiscalía por delitos gravísimos ejecutados usando cámaras parlamentarias, muchos de los Consejeros toman la cobarde decisión de huir e implorar algún tipo de afinidad o ayuda esgrimiendo las mismas mentiras que han conseguido llevar el caos a su tierra. Violencia de España, sometimiento económico, historia inventada adoctrinante usada en la educación, multiplicación ficticia de heridos en un acto manifiestamente ilegal, la celebración de una consulta que fue una pantomima, y un largo etcétera de basura que pretende inocular en el fundamentalismo eurófobo.

Para colmo, el podemismo se divide entre el independentismo ilegal y la pretensión de no aplicar la Constitución, el Código Penal y toda la legislación en vigor. La historia les juzgará como cooperadores en un golpe de estado fallido. Si hay justicia social, deberían ser extirpados electoralmente de las instituciones, pues en el mayor reto que ha tenido nuestra democracia han mostrado su, como mínimo, total obsolescencia.

El secesionismo catalán pretende la épica histórica, y obtiene como mucho la vergüenza que implica la cobardía de una absurda dramatización ejecutada por delincuentes.