Opinión

Santiago y cierra España

Otro millón de personas toma la calle: Hemos vuelto a reventar Barcelona

Otro millón de personas toma la calle: "Hemos vuelto a reventar Barcelona"

  1. Opinión
  2. Blog del suscriptor

Mi admirado amigo Carmona, conservero de sabiduría, rico en platonismo y otros principios doctrinarios, me provoca con el asunto de Cataluña. Le obedezco y una semana más vuelvo a ello. No es para menos cuando el clamor por la estulticia de unos sediciosos ha creado una especie de enfermedad venérea en la España de orden y ley, así como en la Europa sustentada por el sentido común.

El Rey Felipe VI volvió a dar ejemplo de compromiso al denunciar el “inaceptable intento de secesión” y lo hizo ante los jefes de la Unión Europea, y claro, el máximo respaldo fue dado sin medias tintas ni letra pequeña. Ahora no cabe otra que actuar con serenidad y al amparo del arbitraje constituyente, pero con la contundencia que esperamos todos aquellos que confiamos en nuestro estado de derecho. La libertad amparada por la ley de justo proceder debe ser respetada y aquí ya no sirven excusas, ni camellos ni zalamerías.

A ciertos personajes, con responsabilidad directa, conviene recordarles que las instituciones penitenciarias tienen habitaciones disponibles reservadas para quienes practican la revolución. Aquí se trata de poner orden en unas reglas de juego. O jugamos todos o se rompe la baraja. Cierto es que para quienes no se respetan ni así mismo de nada sirven los diálogos, las recomendaciones de cordura ni tan siquiera los plazos de cortesía que el instrumento legal promueve para el caso; de manera que lo deseable es actuar de oficio cortando esta epidemia lo antes posible y renovar el fondo de armario del llamado Govern Catalán. Todo lo demás son ganas de seguir mareando a una perdiz con claros síntomas de inanición.

Sabido es que el líder de la rebelión domina como nadie el arte del engaño. Por eso no valen prendas con quienes vienen utilizando de manera sistemática la peligrosa demagogia con un doble artificio cimentado en el pensamiento único. Se acabaron los tiempos de cortesía, el juego de cartas y la ambigüedad a modo de comedia y ahora toca hacer política intelectual para que España y todo español de orden democrático recuperen la serenidad.

La ley ha de servir para dar ejemplo y llegado a este punto de la rebelde posición de quienes de manera irresponsable juegan con las cosas de comer, hay que enseñarles las reglas de urbanidad, porque un país entero no pertenece a unos pocos, sino a todos los que estamos en el censo de la Carta Magna, ya saben, esa especie de mapa genético llamado Constitución Española. De manera que aquellos que así no lo han querido entender ahora les tocan purgarse con el artículo 155 y apechugar con sus efectos secundarios.

Es la hora de los políticos valientes e insisto en lo de hacer política intelectual al margen de los réditos de este o aquél partido, porque la unidad es lo que hará posible atajar lo que en las calles tendrá reflejo. Una revolución como esta, pertrechada y orquestada a base de utilizar masa madre durante tanto tiempo no es un tema menor. No será una simple algarada callejera si los líderes de la rebeldía no se allanan a mejores entendimientos, deseable por encima de todo, pero a casi nadie escapa el egocentrismo que gasta quien se siente estar en la Roma clásica asumiendo a la vez las tres maneras de hacer interpretar el poder: el “Imperium”, la “potestas” y la “auctoritas” De tal forma que el caudillaje está servido para cuantos se decanten por la rebelión a toda costa y a cualquier precio. Ya son ganas, porque la Cataluña de orden, así como el resto de españoles de idéntico ADN, no lo merecemos.

Siendo así las cosas y cumplidos los trámites de la legalidad más circunspecta, tan solo nos queda echar mano del sempiterno lema español: ¡Santiago y cierra España!