Opinión

Por qué no pitaré a Piqué

Piqué, durante un encuentro con la selección.

Piqué, durante un encuentro con la selección. EFE

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La situación en Cataluña creada por su propio Gobierno ha provocado que afloren muchas de nuestras grandezas y miserias en los últimos días. Un ejemplo de estas últimas se ha podido ver tras las manifestaciones de Gerard Piqué posicionándose sobre un tema que le afecta a él igual que a todos.

Vaya por delante que ni comparto ni me gusta su opinión. Sin embargo, mucho menos me gusta ver cómo muchos de mis conciudadanos entienden el derecho a la libertad de expresión. Ni creo en la restricción implícita del derecho (exprésate libremente pero asume las consecuencias), ni creo en la barra libre con la que muchos disfrazan de ese derecho actos que saben que ofenden de manera gratuita como los pitidos al Himno Nacional y al Rey en la Final de la Copa. Ni las opiniones deberían tener consecuencias, ni el respeto debería verse menoscabado por el ejercicio de la libre expresión.

Si somos capaces de analizar las declaraciones de Piqué de una manera desapasionada, cosa que es difícil y más en estos días, veremos a una persona que expresó su opinión, de manera educada, sobre un tema que le afecta y preocupa. Es más, sabedor de que esta opinión podría desagradar a mucha gente, ofrecía su salida de la selección si con ello arreglaba algo. Puede gustar o no, como es mi caso. Sus argumentos nos pueden parecer contundentes o peregrinos, como a mí, pues la misma ley que opina que hay que violar es la que le garantiza el derecho de expresarse. Ante esto, ¿no son los pitidos e insultos tanto las consecuencias a las que hacía referencia antes como actos de ofensa gratuita vestidos de libertad de expresión?

Sé que no voy a poder contraponer mis argumentos a los de Piqué nunca, mucho menos con su impacto mediático, pero el hecho de constatar esa impotencia no hará que viole mi visión de la libertad de expresión ni mi buena educación. No es necesario vitorearle en el partido, un atronador silencio puede ser una expresión de desacuerdo mucho más elocuente e infinitamente más educada.

Por lo demás, que gane España.