Opinión

Verano 1993

'Verano 1993' representará a España en los Oscar 2018.

'Verano 1993' representará a España en los Oscar 2018.

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Aun entendiendo que inevitable, pues la coincidencia no podía ponerlo más sencillo, creo que debo dejar constancia de la tristeza que me produce que la selección de la película Verano 1993 para la carrera de los Oscars, haya entrado a formar parte de un debate incendiado muy ajeno al espíritu y la esencia de un film, hablado en catalán, pero universal en lo que cuenta.

Me entristece también que nuestro querido periódico haya resaltado su condición de “película en catalán” como lo más destacado al anunciar la noticia, llenando con algo más de gasolina ese bidón explosionado que es la situación catalana. Demasiado facilón, pero aun entendiendo razonable alguna mención al momento político, lo central sería resaltar lo importante, ¿es una buena película?, ¿es una buena elección?, pero no, el debate secesionista en cierta forma da triunfadores a los pirómanos, que han triunfado haciéndonos ver al resto cosas ajenas al debate, en clave del nosotros o ellos, lo nuestro y lo suyo, mi lengua o la tuya.

Porque lo que yo tengo que decir de Verano 1993, es que sin duda se trata de una excepcional película, la mejor película española de los últimos tiempos, una pequeña obra maestra.

Uno que es padre de niños pequeños, ve trasladada a la pantalla una de las situaciones más terribles, y la consecuencia más aterradora de la muerte de uno mismo,  que es  lo que le ocurrirá a tus hijos. Con quién vivirán, cómo superarán la pérdida a una temprana edad de quienes más les han querido y les querrán, dónde vivirán, quién les educará, de qué se separarán, quién les abrazará cuando tengan miedo, cómo les cuidarán cuando se pongan malitos, con que amigos jugarán de ahora en adelante, pero sobre todo, qué sentirán, que soledad inmensa les invadirá al verse solos. Que infinita tristeza sin consuelo, que miedo a morir, más que por uno mismo, por ellos.

Ante esta historia, la opción melodramática parecería la más obvia para cualquier director, pero no es este el caso, aquí se huye de esta etiqueta, y si se ve con un nudo en el estómago, no es por lo que muestra, sino por el reflejo en que nos observamos. No hay drama, hay realidad, pura verdad, una de estas raras ocasiones donde el cine se despoja de todo su artificio y nos muestra la vida tal y como es a través de los ojos de una niña con unos nuevos padres y una hermana que no tenía.

Al parecer la directora del film pasó por tan terrible experiencia, y quizás sea esto lo que puede explicar un acercamiento tan real como inesperado. Porque las conversaciones que se producen entre las hermanas no son cine, son verdad, porque las reacciones de los padres no son cine, son verdad, porque dos niñas pequeñas hablando de sus muñecas no es cine, es verdad, porque una familia sentada en una mesa a forrar los libros días antes de empezar el curso no es cine, es verdad.

Y qué difícil es mostrar la verdad, y conmoverte porque te ves a ti mismo, y reconoces todo, y sientes todo, porque todo podría ser así, y así es. Y que pocos han sido capaces de mostrar la vida como aquí se hace, quizás el Ken Loach más inspirado, o el Zhang Yimou más costumbrista. Y que suerte tener esta joya entre nosotros, que se merece todo.

Vayan a verla, se emocionarán, eso será estupendo, una señal de que estamos vivos y que podemos seguir queriendo.