Opinión

Naranja y en botella

Rivera, este domingo en la clausura de la Asamblea de Ciudadanos.

Rivera, este domingo en la clausura de la Asamblea de Ciudadanos.

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Según la última encuesta de SocioMétrica para EL ESPAÑOL, Albert Rivera vuelve a ser el único líder aprobado por los españoles por su gestión al frente de Ciudadanos, la formación naranja que, paradójicamente, vuelve a quedar última en intención de voto entre los cuatro partidos principales.

Sin embargo, el sondeo vuelve a dar ganador al Partido Popular con amplio margen sobre el segundo -aun perdiendo unas décimas con respecto a las últimas elecciones del 26J-, a pesar de haber subido 3,5 puntos la preocupación de los españoles por la corrupción.

Algo falla en esta fórmula máxime cuando a los parlamentarios de Ciudadanos se les ve trabajar, proponer y conseguir algunas de sus propuestas a través de la negociación, además de mantener a raya al PP en casos como el de Murcia, mientras segundos y terceros, PSOE y Podemos, siguen enfangados entre guerras internas, ambos, y numeritos efectistas -tramabuses-, que no efectivos, los segundos.

Aún así parece que algo se le reconoce al partido naranja cuando el sondeo le otorga una importante subida que les haría alcanzar los 50 escaños, que sumados a los 133 del PP, daría una mayoría absoluta del centro, derecha o izquierda, pero centro.

Por lo tanto, dando por bueno el sondeo y siguiendo la lógica de los partidos autodenominados progresistas en la que suelen sumar incluso a la comunidad de vecinos de su escalera a la hora de definir la tendencia de toda una nación a través del número de diputados, ahora mismo, la gente, el pueblo, no quiere cambio.

Naturalmente mucha gente seguirá incrédula ante el apoyo a la corrupción porque su inteligencia no les da para comprender que hay otros argumentos para votar que no salen en las encuestas de las preocupaciones. No comprenden que hay personas de esas a las que se les denomina indecisas, (porque no tienen carnet alguno ni simpatía que les obligue a la disciplina de voto), que cuando llegan elecciones votan por descarte.

Si el argumento para no votar al PP es la complicidad con la corrupción, queda descartado con mayor motivo Podemos para no ser cómplice de los asesinos con los que tanto les gusta fotografiarse a los líderes de la formación morada. Porque esa sí que es una línea roja (roja sangre) innegociable e inexplicablemente sobrepasada por más de cinco millones de votantes.

Queda descartado el PSOE por su flirteos con Podemos y con los nacionalistas en una deriva inexplicable hacia ninguna parte. Y eso sin contar la posible vuelta del perdedor ese del "No es no".

Opinar que lo mejor para España es su unidad, y en general defender los valores de la ideología liberal, sea conservadora o progresista, es tan respetable como cualquier otra opinión, algo que les cuesta aceptar a más de uno de esos que en un alarde de inteligencia se dedica a insultar a una gran mayoría de votantes tildándolos de fachas, corruptos y/o simplemente viejos. Extraña forma de intentar captar adeptos cuando su capital electoral ha tocado techo.

El PP debería quedar descartado por una corrupción que parece no tener fin, máxime después de conocerse el reciente caso del Canal de Isabel II.

¿Cuál es entonces la variable en la fórmula que mantiene al PP en el gobierno? Sin duda el voto útil. Ya quedó demostrado en las elecciones de diciembre de 2015, que Ciudadanos era una opción de centro más que aceptable. Pero el fraccionamiento de la bi-ideología, a parte de crear una España ingobernable, parecía favorecer más a la izquierda, extremistas incluidos.

Tal vez por eso, en junio de 2016, muchos votos de Ciudadanos volvieron al PP. Y tal vez por eso pienso que una gran parte de los votantes del PP podrían dar su voto a Ciudadanos si pudiesen ponerse de acuerdo, si supiesen que su voto iba a ser útil.
Y es que tras los oportunos descartes por las razones explicadas, ahora mismo la formación a la que se le puede sacar más jugo, se me antoja que es Ciudadanos. Naranja y en botella… o mejor en urna.