El proyecto común y el obstáculo de las lenguas

Por Ignacio Garicano Landa

Por encima de nuestras reacciones temperamentales y con independencia de nuestras tendencia políticas, quienes pretendemos vivir, prosperar, hacer de nuestra sociedad un lugar en el que nuestros hijos se desarrollen con salud, seguridad, trabajo y libertad, intuimos o sabemos que la solución a los graves problemas de convivencia que sufrimos en España pasa por la creación del ya famoso y muy repetido “proyecto común”.

Los partidos políticos prometen que están en ello, pero ninguno acierta ni de lejos a esbozar un mínimo plan que capte la atención. A lo más que llegan es a darle vueltas dentro de los mismos círculos de influencia en los que habitualmente se mueven, afiliados y simpatizantes, cuando lo que deberían perseguir con ahínco es que sus contrincantes políticos se interesen sinceramente por ideas o propuestas que nos acerquen al final de túnel y sean catalizadoras de consensos mayoritarios.

En medio de este panorama, las lenguas se han convertido desde hace demasiado tiempo en armas de guerra en manos de políticos inmorales con miras muy cortas. Son utilizadas para ensoberbecer, excluir, despreciar y humillar en vez de servir para aquello para lo que nuestra inteligencia las creó: comunicar, entender, explicar y relacionar.
Cualquier idea de proyecto común que pretenda situar de nuevo a España en el camino del progreso y del sano orgullo, debe contar entre sus ejes directores con una propuesta en relación con el tema de las lenguas. Una propuesta sustentada sobre la lógica natural de que el lenguaje sirve para que nos entendamos. Por otra parte, justo es reconocer el valor cultural y tradicional de cada lengua por lo que es importante que ese proyecto común de respuesta también a cómo mantener y seguir cultivando las lenguas de España.

Con todos estos mimbres sobre la mesa, propongo algo muy sencillo: integrar todas las lenguas españolas en los planes de estudio de todos los niños españoles. Las lenguas dejarían de ser un obstáculo para convertirse en herramientas de unión y entendimiento. El uso de todas ellas se extendería enormemente, enriqueciéndose como nunca antes lo habían hecho y su aprendizaje favorecería incluso el de otras lenguas extranjeras.

Con el paso del tiempo, los españoles destacaríamos en el mundo por ser un pueblo dialogante y abierto, dispuesto a hacer lo necesario para entender a los demás. Sin lugar a dudas, ese proyecto común sobre las base del entendimiento impactaría positivamente en todos los aspectos de nuestra vida.