¿Quién ha dicho que en el mundo rural no hay vida? Los pueblos, por pequeños que sean, siempre esconden algún tesoro. El de este, de tan solo 30 habitantes, se llama Chocolates de la abuela.
Carina, argentina que lleva viviendo más de 20 años en España, te atiende detrás del mostrador con ese acento tan característico que no ha perdido.
Carina relata que la tradición chocolatera fue importada desde Argentina, específicamente desde la Patagonia: “Nosotros somos de una ciudad que se llama San Carlos de Bariloche, que es una ciudad de montaña… donde el chocolate es un producto muy típico”.
Sus padres, los fundadores, ya se dedicaban a la elaboración antes de emigrar: “Mis padres hacían licores, mermeladas y chocolate allí. Cuando nos vinimos a España intentaron hacer lo que sabían… yo sería el primer relevo generacional”. Ella subraya la naturaleza de su trabajo: “Es una elaboración artesanal, casera, a baja escala”.
La instalación en su ubicación actual, la antigua casa del médico, llegó tras una búsqueda en zonas más montañosas: “Buscábamos pueblos de montaña”. Pero la limitación económica fue clave: “Nuestra disponibilidad económica no nos permitía acceder a lo que encontrábamos”.
Finalmente, presentaron un proyecto para recuperar la casa abandonada: “Fuimos los únicos que se presentaron”. Camila aclara que este esfuerzo contó con apoyo institucional: “Contamos con la ayuda de Adecuara, una institución que apoya los emprendimientos rurales”. Pero recalca que esa ayuda no se mantiene: “Luego, con los años, es esfuerzo tuyo”.
Reto económico
Uno de los principales desafíos hoy es la inestabilidad de la materia prima: “Es impresionante cómo se ha disparado el valor del cacao y del café”. Los proveedores señalan aumentos del “40 o 50% en dos años”.
Esta situación ha forzado a cambiar las prácticas de precios. Si antes los aumentos eran previsibles, ahora no lo son: “Antes era una vez al año… ahora los aumentos son semestrales”, denuncia Carina.
Variedad de sabores en la tienda de Chocolates de la Abuela.
El ajuste más duro llegó este año: “El mayor ajuste lo tuvimos que realizar a fines de enero”, y admite que “fue realmente necesario”.
A pesar de los precios elevados, existe una clientela que valora el esfuerzo: “Hay gente que dice que es caro, pero otros valoran lo artesanal y la situación actual del chocolate”.
Variedad de producto
Entre lo que más gusta destaca la variedad y el chocolate a la taza: “Gusta mucho… y empezamos a envasar el preparado para venderlo”.
En cuanto a los productos, tienen un amplio catálogo: “Vamos cambiando, pero son más de 60 sabores de chocolate”, asegura la chocolatera.
Una taza de chocolate de Chocolates de la Abuela.
El mostrador de Chocolates de la Abuela no decepciona: más de 60 combinaciones, tabletas, bombones, chocolates con frutos secos, especias, dulce de leche o praliné.
Puedes picar mini tabletas de chocolate negro, con leche, blanco, con naranja, frutos secos o un toque atrevido. También hay cajas surtidas, formatos de cata, ramas de chocolate y turrones de autor.
El repertorio dulce continúa con frascos de mermeladas artesanas y botellas de licores. Hay sabores tradicionales como fresa o arándanos, y otros más originales: pimiento rojo, zanahoria con jengibre, peras al chocolate o naranja con brandy y almendras.
Las mermeladas se elaboran sin conservantes, solo fruta y azúcar, perfectas para tostadas o postres. Los licores van desde el clásico de chocolate hasta dulce de leche, fruta o miel; ideales para beber solos, con hielo o en cócteles.
