Zaragoza
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El frío ya se ha instalado en Aragón. Zaragoza lleva varios días amaneciendo con temperaturas de 3 o 5 grados y los gorros y bufandas ya se dejan entrever por las calles de la ciudad.

Los carteles de los escaparates anuncian el Black Friday, y las instalación de luces indica que la Navidad está a la vuelta de la esquina.

Invierno, rebajas, Navidad y, cómo no: chocolate con churros. En esta época del año las churrerías no dan abasto: "En un día podemos dar unas 500 raciones de chocolate con churros", cuenta Chema, dueño de Churrísimo a El Español de Aragón.

Chema abrió su negocio hace unos 4 años en pleno centro de Zaragoza, junto a su mujer. "Mi familia tiene una frutería, y a Edith, mi mujer, se le da muy bien la repostería. Hizo un curso cuando compramos la churrera y nos lanzamos", resume Chema.

Llevan pocos años, pero el recibimiento ha sido "estupendo". Además, "En Zaragoza no hay muchas churrerías, porque es un trabajo difícil", cuenta Chema.

Tienda Churrísimo de Zaragoza. E.E

Difícil, no solo por los madrugones hay que empezar a las 5.00 de la mañana, sino por la constancia que exige un producto que debe salir siempre igual. "Hay que mimar el aceite, la masa… que sea todo de calidad y esté perfecto cada día", añade.

La inflación ha complicado las cosas. Aceite, huevos, cacao, café, luz, impuestos… "Las materias primas principales han subido prácticamente el doble en dos años", lamenta. A pesar de ello, Churrísimo ha seguido creciendo: ampliaron plantilla, implantaron nuevos programas de gestión, abrieron web y cuentan con reparto propio además de trabajar con plataformas como Glovo o Uber.

El local, asegura, "se llena prácticamente todos los días", especialmente en temporada alta. En verano diversifican: helados, batidos, bocadillos. Además, como están en zona de turismo "y los churros son algo típico español", siempre tienen clientes.

El negocio es familiar: suegra, cuñados, algún amigo de confianza… y Edith, que ahora, embarazada de su quinto hijo, se ha retirado temporalmente del ajetreo diario. "No hay quinto malo”, bromea Chema, sin perder el optimismo que parece ser su motor. "Mi filosofía es la que he aprendido de mi familia, gente humilde y trabajadora, de no gastar más de lo que no se tiene", asegura.

Como casi toda la hostelería, Churrísimo sufre la falta de mano de obra. "Queremos gente que cuide el producto como nosotros, y eso es complicado", admite.

Su principal estrategia es contratar a personas de confianza y formarlas con paciencia: "Paso a paso, con cariño. Queremos que duren muchos años". Aun así, reconoce que encontrar trabajadores es duro, más aún en Navidad, cuando muchos preferirían estar en casa.

La temporada alta diciembre y enero dispara las ventas. "En verano vendemos la mitad de churros o incluso menos. En invierno, el triple", calcula.

El chocolate caliente es el rey: "Un sábado gastamos entre 80 y 100 litros". La cifra equivale a unas 500 raciones en un solo día.

Los churros tampoco se quedan atrás: "Si cada persona toma dos o tres, en un día se van 1.500 o 2.000 churros".

En facturación, Churrísimo mueve entre 30.000 euros al mes en temporada baja y unos 60.000 en temporada alta. Pero los gastos son elevados: solo el personal absorbe casi la mitad. "El fin de semana podemos tener a siete personas; es una pasada, pero lo consideramos necesario", explica.

El local abre de 7.00 a 13.00 y de 17.00 a 21.00. "Menú del día no damos, así que cerramos a mediodía para comer en casa", cuenta Chema. En verano retrasan la apertura de la tarde para evitar el calor. Aunque el horario del público es uno, el del obrador es otro: antes de las cinco ya hay alguien preparando masas, bocadillos, gofres o el chocolate del día.

Churrísimo no vive solo del churro clásico. Su producto estrella es el churrolazo, un churro grande en forma de lazo, glaseado y decorado. Cada mes lanzan un nuevo sabor, igual que hacen con el café. "Tenemos un café de especialidad y uno del mes. Ahora mismo es de Kenia", comenta Chema. El churro mensual este noviembre, bautizado como churricornio, lleva cobertura de chicle o pantera rosa y chispitas de colores.

La ubicación, en la calle Mayor, es clave. "Hay mucho turismo, gracias a eso el negocio es sostenible", reconoce. En barrios alejados, admite, tendrían que cerrar algún día o reducir plantilla. En verano, cuando otros locales flaquean, el turista sostiene la actividad: "El churro es un producto muy típico español; el turista viene".

Ahora con invierno instalado en la ciudad, Churrísimo es una alternativa perfecta para un plan navideño.