Desde hace unos años muchos ciudadanos que optan por dejar el estrés y el agobio de la ciudad por la paz que da la vida en el pueblo. Sin embargo, todavía son más los que abandonan los municipios pequeños en busca de mayores oportunidades. De esta forma, la despoblación sigue siendo un gran problema en España y muchos negocios de los de toda la vida tienen que bajar para siempre su persiana.
Este ha sido el destino de la carnicería La Despensa, en el municipio turolense de Calamocha, que lleva cerrada desde el pasado año, tras más de 80 dando servicio a los vecinos del pueblo y alrededores.
Corría el año 1940 cuando el bisabuelo de Jesús, actual propietario, inauguró el negocio. “Ha pasado de generación en generación, mi abuelo, mis tíos, mis padres, y yo desde 1983”, recuerda tras toda una vida.
Jesús ha pasado 40 años al frente del negocio, junto a su mujer, hasta que llegó el momento de jubilarse. De esta forma, la carnicería está cerrada desde hace más de un año, pero, con el deseo de poder traspasarlo, el dueño lo anunció hace unos días en la Cámara de Comercio.
“Mañana se podría traspasar y empezar a vender carne. No falta nada más que llevar carne, porque está todo limpio, con las máquinas y todo tapado con plástico”, defiende Jesús.
Carnicería La Despensa.
La carnicería-charcutería La Despensa está ubicada en el centro de Calamocha, localidad de 4.000 habitantes, y es una gran oportunidad para emprendedores. Sin embargo, Jesús es consciente de que es una zona complicada. “Hay subvenciones por parte de Adri Jiloca Gallocanta, pero van dirigidas a cuando alguien hace algo nuevo. El traspaso no está subvencionado”, lamenta el carnicero.
En este tiempo, apenas ha tenido interesados en la carnicería y tiene claro que este tipo de oficios, como las panaderías, fruterías o carnicerías, en los pueblos van desapareciendo poco a poco.
Aun así, Jesús no pierde la esperanza de que el negocio familiar pueda seguir vivo, aunque sea en manos de otra familia. “Mis dos hijas no han querido seguir, tampoco otros miembros de la familia. Aquí termina la tradición de la familia Tello, después de 80 años con un comercio de carnes frescas”.
El adiós de los vecinos
Además, con nostalgia y humor, Jesús explica que cerrar la carnicería le ha servido para “subirse el ego” con los piropos de los vecinos. “Cuando estás abierto no te lo dicen tan claramente. Siempre alguno te dice que está muy bueno o que le gusta cómo le cortas la carne. Pero cuando hemos cerrado, nos lo dicen más veces”, confiesa.
“Teníamos clientela fija y después teníamos clientela por circunstancia, gente que venía los fines de semana o en verano de Zaragoza o de Barcelona. Cuando los hemos visto nos dicen que nos echan en falta. Es muy bonito”, declara.
Por último, sobre el oficio, Jesús revela que lo que más echa de menos es el trato con la carne o con los animales. “Es lo que más me gustaba”, finaliza el carnicero.
