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En pleno corazón de Zaragoza nació, hace más de 120 años, una pequeña panadería de barrio que hoy sigue marcando el ritmo del pan artesano en España. Lo que comenzó como un modesto obrador en la calle Las Armas ha crecido hasta convertirse en una empresa familiar referente en el sector, sin perder de vista aquello que la vio nacer: el sabor auténtico del pan bien hecho y el amor por los procesos lentos y naturales.

Esta panadería centenaria ha sobrevivido al paso del tiempo reinventándose pero sin dejar de ser fiel a sus raíces. En 1902, Antonio Rébola Gracia encendió su primer horno y, con él, la historia de una familia panadera que ha sabido transmitir generación tras generación el valor de la autenticidad.

Hoy, esa herencia vive en más de 40 establecimientos repartidos por Zaragoza, Madrid, Huesca y la costa catalana. La panadería con más de 100 años de historia es la conocida Panishop. Su nuevo nombre y sus establecimientos modernos, puede hacernos creer que es un establecimiento más, pero detrás de sus escaparates guarda una bonita historia.

Panishop, una panadería con más de 100 años de historia

Una de las claves del éxito de esta panadería está en su forma de entender el pan. Apuestan por una filosofía "Slow Baking", donde cada masa tiene su tiempo, y cada proceso, su cuidado. El uso de masa madre natural —sin aditivos ni prisas— ha sido uno de los pilares que ha consolidado su reputación. Y no es una masa cualquiera: fue reconocida a nivel mundial y forma parte del único Museo de Masas Madre del mundo, en Bélgica.

Además, han sido pioneros en unir la tradición panadera con la investigación alimentaria. Participan activamente en proyectos como PANSALUD, desarrollando panes beneficiosos para la salud intestinal. Porque aquí, el pan no solo alimenta el cuerpo, también cuida de él.

Tienda de Panishop en la actualidad. Panishop.

Pero lo que realmente hace especial a esta panadería es ese algo invisible que se cuela entre las migas y llega al alma: la sensación de estar en casa. Desde sus famosos croissants, con mantequilla de verdad y ese crujiente irresistible, hasta sus barras de pan recién horneadas, todo huele a hogar, a infancia, a tardes sin prisa.

Hoy, esta panadería zaragozana sigue siendo 100% familiar, gestionada por los descendientes de Antonio Rébola. A través de innovación, formación continua y respeto por la tradición, han logrado lo que muchos sueñan: crecer sin perder el alma. Y en cada pan, en cada dulce, en cada cliente que vuelve cada mañana, se nota que aquí no solo se hornea pan. Se hornea historia.