Cada ciudad respira a su manera. Hay quienes lo hacen con dificultad, entre humos y prisas, y hay otras que, poco a poco, aprenden a hacerlo mejor. Zaragoza parece ir encontrando su propio ritmo, ese equilibrio entre crecimiento y sostenibilidad que tantas capitales ansían. Y aunque aún queda camino por recorrer, los pasos dados en el último año invitan al optimismo.
La calidad del aire en Zaragoza se mantuvo estable e incluso mejoró en algunos parámetros durante 2024, según el balance presentado este martes por la consejera de Medio Ambiente y Movilidad, Tatiana Gaudes. El informe anual elaborado por la Oficina de Medio Ambiente, Acción Climática y Salud Pública concluye que la ciudad cumple con los límites establecidos por la legislación vigente en materia de calidad del aire, como recoge el Real Decreto 102/2011, actualizado por el RD 39/2017.
"Los datos confirman que Zaragoza continúa respetando los valores límite para los distintos contaminantes medidos", ha señalado Gaudes. No obstante, ha subrayado la necesidad de seguir avanzando "para cumplir con las nuevas exigencias europeas de cara a 2030, cuando la ciudad será una de las primeras Cien Ciudades Climáticamente Neutras".
Durante 2024, los técnicos municipales analizaron niveles de dióxido de azufre (SO₂), dióxido de nitrógeno (NO₂), partículas en suspensión (PM10 y PM2.5), ozono troposférico (O₃), monóxido de carbono (CO), sulfuro de hidrógeno (H₂S), metales pesados y benceno. En este último caso, se incorporó un nuevo analizador en continuo, además de dos nuevos puntos de muestreo de PM2.5 en Actur y Las Fuentes.
Hoja de ruta
El Ayuntamiento ya trabaja en una hoja de ruta para alcanzar los objetivos marcados por la nueva directiva europea sobre calidad del aire (UE 2881/2024), aprobada el pasado mes de octubre. Para ello, el presupuesto municipal de 2025 contempla una inversión de más de 1,1 millones de euros destinados al mantenimiento y ampliación de la Red de Calidad del Aire, el sistema de predicción PRECOZ y la renovación de instrumental técnico.
Entre las principales actuaciones previstas figuran la incorporación de una unidad móvil de análisis que permitirá controlar la evolución del aire en la futura Zona de Bajas Emisiones; la renovación de analizadores y de instrumentación meteorológica, clave para estudiar la dispersión de contaminantes; así como la mejora de las cabinas de medición, muchas de ellas deterioradas por el paso del tiempo.
También se reforzará la detección de contaminantes específicos como el benceno, el benzo-a-pireno (un hidrocarburo aromático de carácter cancerígeno) o el amoniaco, todos ellos incluidos en las nuevas exigencias de control ambiental.