La incertidumbre política y la seguridad de una vida estable son dos de los factores que explican por qué cada vez más jóvenes optan por preparar una oposición. Entre ellos está Juan Pallaruelo, zaragozano de 33 años que lleva estudiando más de dos años.
Juan trabajó durante cuatro años en la industria en un puesto fijo, pero sentía que aquel empleo no podía ser algo a largo plazo. "Físicamente era muy exigente y cansaba mucho", dice.
Aun así, la decisión de opositar no llegó de un día para otro. Durante aquella etapa se presentó a las oposiciones de bibliotecario. No logró superarlas, pero aquel fracaso inicial le sirvió para conocer desde dentro cómo son este tipo de pruebas.
"Era una oposición con poca periodicidad y había poca oferta", recuerda. De modo que decidió dejarlo, y, tras un año de reflexión, comenzó a estudiar para el que es su objetivo a día de hoy: Administrativo del Estado C1.
Administrativo C1
Juan comenzó compaginando trabajo y estudio, pero tras un año y medio decidió solicitar una excedencia. "No hay color comparado con estudiar y trabajar a la vez", reconoce, ya que "cuando trabajaba estudiaba unas tres horas, pero ahora son siete", cuenta.
Pero estas horas "no son seguidas", sino que distribuye el tiempo a lo largo del día y se permite pausas para evitar saturarse. "Si no, al final no sabes ni lo que estás estudiando", explica.
En cuanto al método de estudio, tiene claro que no es "estar enfrente de los apuntes leyendo todo el rato", sino que intenta usar diferentes técnicas: "Hago test o escribo, intento estudiar de diferentes formas porque si no es imposible", asegura.
Mejores condiciones, tranquilidad o salario son algunas de las razones que llevaron a Juan a opositar. Aunque reconoce que "no es su trabajo soñado", admite que el proceso para llegar a él no le importa. "Siempre me ha gustado mucho estudiar, no lo paso mal ni me supone mucha presión", asegura.
La ausencia todavía de una fecha oficial para hacer el examen ayuda a rebajar la tensión, aunque las dudas siempre acaban apareciendo. “Hay días en los que me pregunto '¿qué estoy haciendo?', porque no tienes ninguna garantía de aprobar”.
Un examen al que ya se presentó el año pasado "por probar" y del que dice fue "accesible". "No lo vi nada rebuscado, hay posibilidades de aprobar, espero", confía. Sin embargo, también reconoce que, ahora que va en serio, la presión sería mayor.
"Te tiene que gustar algo estudiar para mantener un proceso tan exigente y a largo plazo porque si no, no es posible mantenerlo en el tiempo", reflexiona.
Y aunque Juan intenta descansar un día a la semana, asegura que al final siempre acaba "tocando un libro". "A no ser que vaya muy saturado y me digan de quedar, e intento no mirar nada, pero si no, son siete días los que estudio", afirma.
De hecho, con una mirada hacia el futuro, lejos de lo que uno puede creer, tiene claro que su siguiente paso después de la oposición será seguir estudiando: "Estudiaría algo que me guste, me moriría entre libros", dice.
El problema de los jóvenes
Pero ya no es la calidad de vida el único factor que impulsa a muchos jóvenes a querer opositar, la incertidumbre sobre el futuro hace que cada vez sean más los que se lancen a realizar este examen.
La vivienda es uno de los principales problemas. Juan, a pesar de tener ahorros, continúa viviendo en casa de sus padres porque no quiere alquilar, sino conseguir una entrada para un piso. "Mi plan era seguir ahorrando para terminar comprándome un piso", explica.
Además, tal y como ha asegurado, otra ventaja de opositar y querer adquirir una vivienda es que "te ponen muchas más facilidades si eres funcionario", explica Juan.
Sin embargo, ahora que no trabaja, es más complicado ahorrar, lo que implica no poder conseguir dinero en esta etapa y que todavía parezca más complicado lograr este sueño.
