Alicante

El 24 de marzo de 1550, el corsario berberisco Dragut, atacó con 27 naves el litoral alicantino, que muchos historiadores consideran una de las mayores incursiones pirata de las costas en la provincia. La reacción a aquel suceso típico de la Edad Moderna y reproducido en otros lugares de la costa española como Cullera o Pollença, italianas o tunecinas, cambió la fisonomía de la huerta alicantina.

Así lo recoge José Menéndez Fuello en su artículo para el Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) Guardianes del miedo. El sistema de defensa de la huerta marítima de Alicante durante el siglo XVI. Un texto que comienza con un escrito de la época que describe el hecho con todo tipo de detalles.

Y es que la Crónica de la Muy Ilustre, Noble y Leal Ciudad de Alicante de Vicente Bendicho (1640) señala cómo "En 24 de mayo [en otras crónicas se dice marzo, ya que el 25 de mayo atacó Cullera] de 1550, Dragut, con 27 bajeles, llegó a nuestras playas, desembarcando sus gentes en las de Sant Joan cuyos moradores se refugiaron en las torres aunque no en la presteza necesaria para evitar que trece de ellos fueran cautivados. Murió el Bayle don Pedro Bendicho, al acudir en socorro de nuestros campesinos...”.

La inseguridad que provocaban los continuos ataques provocó que durante el siglo XVI se construyesen multitud de torres vigía en la huerta de Alicante, en tal cantidad -señala el historiador- sólo comparable a las torres islámicas de Valencia.

Guía para visitar las torres de la huerta alicantina. AYUNTAMIENTO DE ALICANTE

La ciudad de Alicante se había protegido en las décadas anteriores con la construcción de "un segundo recinto de muralla, justo después de que Aruj Barbarroja arrasara Gibraltar en 1529" y una tercera muralla posterior. Pero la huerta, de donde procedía parte de la riqueza comercial a través de la producción de vino, seguía desprotegida.

Los ataques se sucedían por toda la Costa. El corsario Cachidiablo desembarcó en 1529 en la Olla de Altea con 16 embarcaciones y unos 600 turco-argelinos. En 1538, Argel Hascen Aga hizo lo propio en Villajoyosa con 27 galeras y galeotas. A partir de 1543 tomó el mando de la flota Sanchelibe, sobrino de Barbarroja, asolando en repetidas ocasiones la costa alicantina desde Altea a Orihuela.

Diez años antes de la incursión, (el 17 de Marzo de 1540), Dragut mostró sus intenciones de capturar prisioneros en el Monasterio de la Santa Faz. Según recogen algunos estudios los aldeanos consiguieron rechazar el ataque, aunque con muchas bajas. Iba a ser el primero de los tres ataques del corsario a Alicante y su huerta, ya que volvería "el 8 de Septiembre de 1557, en el que 14 galeras de moros asaltaron la partida de la Albufereta, siendo rechazados por la población", afirma Menéndez Fuello.

Torre del monasterio de la Santa Faz.

Dos de las torres muestran una característica fundamental ya que no se construyeron en la huerta, sino como refugio de los campesinos en la Iglesia de Mutxamel (1513) y en el propio monasterio de la Santa Verónica (1557), posterior al ataque. De hecho, la mayor parte de huertanos se refugió en La Maimona, una de las torres primigenias y actualmente desaparecida, la de Nicolás Pin (Albufereta) y Torre Roxa. 

Sería a partir de este ataque cuando definitivamente se implementó un plan de construcción de torres en todos los caminos. Al parecer llegaron a ser 22, pero actualmente sólo se conservan 19. Un plan no exhaustivo, señala Menéndez Fuello, ya que "no se trata de edificios levantados en un mismo momento, fruto de una planificación previamente establecida. La diversidad de rasgos tipológicos nos hace pensar que su construcción fue paulatina a lo largo de la centuria".

De las que surgieron a raíz de los sucesos de 1550, el historiador cita la de Santa Faz y algunas de las más conocidas en la actualidad: "Boter, Reixes, Conde, Bosch, Picó, El Ciprés, La Condomina, Plasia, Don García, Sarrió, Salafranca y Bonanza".

En cuanto a su construcción, tenían un objetivo claro: "No se pretende repeler a los atacantes contando con cuantiosas armas y defensas complicadas. Sólo con aguantar el tiempo suficiente para esperar la llegada de las compañías del Castillo de Santa Bárbara, el éxito de su cometido estaba asegurado", destaca el historiador.

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