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Los bañistas de Guardamar del Segura han vuelto a las playas, aunque con más cautela de lo habitual tras la aparición de dos dragones azules que obligaron a izar la bandera roja en todo el municipio el pasado miércoles.

Los ejemplares, de apenas unos centímetros pero potencialmente peligrosos, fueron encontrados en la playa dels Vivers por un bañista.

Desde ese momento, se activó un dispositivo de búsqueda para localizar más individuos de esta especie marina que ha llegado a la Costa Blanca.

Tras más de 12 horas sin detectarse nuevos dragones azules, se permitió reabrir las playas, aunque las autoridades no descartan que aparezcan más en las próximas horas.

Estas babosas marinas, conocidas por alimentarse de medusas, llegan de manera esporádica arrastradas por las corrientes.

La investigadora y divulgadora de la Fundación Oceanogràfic, Alicia Burque, explica que estos animales "tienen mala fama porque pueden causar mucho daño".

Sin embargo, matiza que no producen veneno por sí mismos. "En realidad, no tienen capacidad de picar ni generan ningún tóxico. Lo que sucede es que, al comer medusas, guardan en su sistema digestivo saquitos con las estructuras urticantes de las medusas, que liberan cuando se sienten amenazados", señala.

"Son como babosas de mar con la piel muy fina y, si se manipulan en exceso, pueden expulsar esas estructuras urticantes y utilizarlas como defensa. De hecho, su color azul eléctrico sirve como advertencia para mostrar que son venenosos", añade.

Viaje de los dragones

Aunque en esta ocasión han aparecido en la Vega Baja, su hábitat natural se encuentra a cientos de kilómetros, en el océano Atlántico.

Burque precisa que "estos animales van a la deriva por la superficie y miden entre tres y cuatro centímetros, por lo que no pueden elegir hacia dónde se dirigen".

De este modo, las corrientes marinas los arrastran hasta el Mediterráneo. "El aumento de temperaturas puede provocar cambios en corrientes y otras dinámicas que favorezcan que especies poco habituales comiencen a llegar", comenta.

No obstante, la experta advierte de la complejidad de estos fenómenos y la dificultad de vincularlos de manera directa al cambio climático.

"Es difícil asegurar que este proceso se esté acelerando por el cambio climático, pero está claro que la variación de temperaturas afecta al agua, a los vientos y a muchos otros factores", precisa.

La magnitud del océano hace complicado obtener certezas sobre la presencia de estas criaturas. "Podría estar todo el Mediterráneo lleno de dragones azules, pero solo sabemos de aquellos que acaban en alguna playa", apunta Burque.

"El mar es un espacio enorme y tridimensional, y salir a navegar para estudiarlo resulta caro", lamenta ante la dificultad de explorar estos fenómenos.