Finalmente, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no nombró ministro (de Política Territorial, decían algunos) a Ximo Puig. Habrán pesado más los hechos de octubre de 2016, cuando el entonces Molt Honorable se alió con Susana Díaz y Tomás Gómez, para echar a Sánchez de la Secretaría general del PSOE que la pleitesía que le viene mostrando desde que se convirtió en presidente del Gobierno tras una moción de censura a Mariano Rajoy.

Ximo Puig se ha quedado en "la nada política", o en "lo mucho laboral", según se mire: sigue siendo secretario general del PSPV, diputado autonómico y senador. Hay quien dice que Sánchez no quiere perdedores a su lado, lo que no casa muy bien con la elección de la perdedora por antonomasia, Mónica García, como ministra de Sanidad. 

Sea como fuere, su decisión deja abierta la sucesión de Puig al frente del PSPV-PSOE porque son muchos los que también en la región quieren saldar cuentas con el expresidente autonómico y su sector, al antiguo lermismo y ahora ximismo. ¿Será suficiente el control de partido por parte del clan de Gandía (fundamentalmente Alfred Boix) para que los de Puig mantengan la hegemonía o se avecinan nuevos liderazgos?

Lo que está claro es que al PSPV-PSOE, y a quién decidan sus bases como líder, le queda una larga travesía por el desierto político antes de volver a convertirse en aspirante a ganar unas elecciones en la Comunidad Valenciana. A la que a buen seguro se sumará el periodo de recomposición del partido, empezando por su estructura federal, cuando caiga Sánchez y se haya demostrado que el socialismo ha traicionado a los principios fundamentales de nuestra democracia. Todo al tiempo.

¿Surgirá para remediarlo un liderazgo autonómico que por primera vez no se supedite a los caprichos del presidente del Gobierno, que apueste por el agua trasvasada, por el respeto del castellano como lengua común, por una gestión económica y labora que valore más la eficacia que el "pesebre"? Mucho me temo que no. Ni siquiera Emiliano García-Page es capaz de alzarse frente a Sánchez por mucho que de vez en cuando haga algunas declaraciones altisonantes.

Y luego está el tema de sus socios. Ya hemos visto en la Comunitat Valenciana dónde ha quedado Podemos y los problemas internos que tiene ahora el partido morado en agrupaciones o círculos como el de Alicante.

Por su parte, Compromís sigue sin liderazgo. Joan Baldoví ha demostrado que es un bluf, un fanfarrón de tres al cuarto que quedaba muy bien en la tele cuando era el único diputado de Compromís en el Congreso y tenía el aparato mediático afín al Gobierno a su disposición, pero que en las Cortes Valencianas no da pie con bola.

Y desde su partido lo saben. Pero hasta que no quede claro en qué situación judicial se queda Mónica Oltra tras el escándalo de los abusos sexuales con una menor de su exmarido y su supuesto encubrimiento desde la vicepresidencia de la Comunitat, los nacionalistas valencianos no mueven ficha. ¿Será el alicantino Gerard Fullana el llamado a suceder a ambos? También para eso es pronto todavía, pero lo mismo que le sucede al PSPV y sus delfines, a Fullana le tiene cogida medida Carlos Mazón tras cuatro años de oposición en la Diputación de Alicante.