Alicante

Benidorm se convirtió en la década de los 60 en un símbolo de la apertura económica del régimen franquista y un vistazo a lo que estaba por venir en España. Para la historia queda la legendaria gesta del entonces alcalde, Pedro Zaragoza, que recorrió 500 kilómetros en una Vespa hasta Madrid para pedirle a Franco que permitiese el bikini en sus playas. El objetivo era convertir un pequeño pueblo pesquero de la provincia de Alicante en la principal meca del turismo nacional e internacional del país.

Zaragoza lo consiguió y, como resultado, algunos indican que el Benidorm de aquella época se parecía a cualquier cosa menos a España. Al igual que el modo de vida de las películas americanas golpeaba nuestra cultura con una cotidianidad que hoy consideramos obvia, la ciudad tuvo ciertos privilegios que le permitían servir de campo de pruebas para un modelo de turismo de masas aún por explotar, y que se basaba en un principio muy básico: la democratización de las vacaciones.

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No importaba el país, género o condición, Benidorm siempre ofrecía algo para todo el mundo, y a un precio asequible. El único requisito es que hubiese demanda, claro.

Uno de los mercados durmientes (por motivos obvios) era el LGTBI. España, aún anclada en sus profundas raíces católicas, tenía aún mucho camino por recorre antes de empezar a normalizar la diversidad sexual. Pero Benidorm, como se ha apuntado, era distinto. Tenía un pie y medio en la modernidad. Y su modelo era perfecto para empezar a explorar espacios de libertad para sus visitantes, fuesen nacionales o extranjeros.

Lo cierto es que existen diversas teorías sobre cuál fue el primer bar gay de Benidorm, aunque todas apuntan a la misma fecha: 1962. No fue casualidad que ese mismo año el Obispado de Orihuela-Alicante instalase una cruz para vigilar el municipio desde las alturas, como aviso del "infierno" para la moral tradicional en que se podía convertir la localidad.

[La Cruz de Benidorm, un símbolo para proteger la ciudad del pecado de los años 60]

La versión oficial -tal como recoge en su web el Patronato de Turismo de la Costa Blanca- es que este primer local gay se llamaba Pretex, aunque otros apuntan a otro nombre: Petit Vendome, en el callejón de Los Gatos. Una tercera teoría habla de El David, un local situado en la calle Mayor (precisamente la calle paralela a la de Los Gatos) que duró hasta bien entrado los 90 y que también fue uno de los primeros locales gays de la Comunidad Valenciana.

Sea como fuere, esta semilla fue el origen de lo que hoy es la zona de bares de ambiente de la capital turística. Situada en pleno casco antiguo, lo componen una treintena de locales que han visto cómo su influencia se extendía por buena parte de la ciudad.

Bandera con los colores LGTBI en el casco antiguo de la ciudad.

Desde entonces Benidorm siempre ha tenido una reputación de LGTBI friendly, alimentada por administraciones de todo color político que han mantenido la línea aperturista respecto a este tipo de iniciativas, con una evidente vocación turística. La marca Benidorm es una habitual en Fitur LGTBI, la rama de la feria turística de Madrid destinada a este público objetivo.

La ciudad celebra desde 2011 su propio orgullo, el Benidorm Pride Festival, con un desfile en la playa de Levante a mediados de septiembre y varios actos repartidos a lo largo de una semana. La oferta sigue creciendo y consolidándose con iniciativas como el Benidorm Fest, el festival que selecciona al candidato español a ganar Eurovision, que se ha celebrado por primera vez este año con notable éxito.

Y todo empezó hace seis décadas, con el velado desafío a los valores del franquismo de un pequeño pueblo de apenas un puñado de miles de habitantes que había decidido reinventarse y abrir, sin pretenderlo, una ventana al futuro.