Alicante

El Hércules ha entrado en el último tercio de la competición, la fase en la que se decide todo, de la peor manera posible. El conjunto alicantino, además de regalar el liderato ante el Penya Independent (2-3) el pasado domingo, atraviesa este simbólico umbral con malas sensaciones tras haber perdido la solidez en su guarida, el Rico Pérez, donde ha caído en dos de sus tres últimos partidos, y haber sufrido cuatro derrotas en seis jornadas.

Por suerte, la irregularidad del conjunto alicantino no ha sido penalizada por sus máximos rivales, ya que el equipo de Rubén Torrecilla, a 11 jornadas del final, sigue dependiendo de sí mismo para conquistar el campeonato de grupo y el ascenso directo. En otras temporadas, un desplome de este calibre había significado tener que remar a contracorriente y decir prácticamente adiós al liderato.

De hecho, si el Hércules es capaz de sumar los próximos seis puntos en juego, ante Cerdanyola, rival en zona de descenso, y Europa, líder, volverá a situarse en lo más alto de la clasificación, ya que la próxima jornada hay un derbi Lleida-Badalona. Los duelos directos son, precisamente, el clavo ardiendo al que puede agarrarse el grupo de Torrecilla para recuperar el terreno perdido ante los colistas.

[El Hércules regala el liderato tras otro desastre defensivo ante un colista (2-3)]

En teoría, si el Hércules logra salir airoso de la triada ante Europa, Badalona y Lleida tendría muchas opciones de ser campeón, aunque cuesta mucho trabajo imaginar, después de lo visto ante Torrent, Formentera o Penya Independent, un escenario en el que el equipo alicantino no se deje puntos por el camino ante rivales inferiores.

Examen de conciencia

La derrota del pasado domingo ha provocado una profunda reflexión en el cuerpo técnico y la plantilla, además de cierta dosis de autocrítica. El entrenador extremeño, nada más acabar el encuentro, reprochó a sus futbolistas no haberse tomado el partido con la motivación y concentración que requería. Torrecilla tendrá defectos, pero no suele poner excusas y, de puertas hacia adentro, es muy crítico con todo aquello que no le gusta.

Hubo diálogo en el vestuario y el entrenador reconoció, posteriormente en la sala de prensa, que no se puede aspirar al campeonato encajando tres goles en casa y ante un colista. El exceso de responsabilidad o el miedo a repetir un fracaso no deberían afectar a un grupo completamente nuevo al que nadie hace responsable de las desgracias de temporadas anteriores. La explicación al desplome del Hércules está, por lo tanto, en factores deportivos.

El equipo ha perdido solidez defensiva, ya que cada vez recibe más ocasiones y goles, y también capacidad de sorpresa en ataque. Samu Vázquez, su principal arma ofensiva durante buena parte de la primera vuelta, ya no tiene el mismo vuelo que antes.

También se ha apagado el desequilibrio que podían ofrecer jugadores como Alvarito o Nico, los únicos capaces de saltarse el guion, y se ha perdido contundencia en el área propia y, en la mayoría de los partidos, en la ajena, a pesar de la última racha de Marcos Mendes. Jugadores como Roger Colomina, Carlos de la Nava y Ketu, determinantes en el buen inicio de la temporada, entran y salen ahora de las alineaciones titulares y parecen haber perdido la confianza y seguridad que mostraron meses atrás. En varios partidos existe una sensación de desgobierno en el medio campo, donde se echa de menos en momentos puntuales un jugador que dé equilibrio y aporte liderazgo.

En una liga de mínimos y condenada a un desenlace de photofinish, parece claro que el ascenso no será para aquel equipo que pegue más fuerte, sino para el que reciba menos golpes. En las últimas 11 jornadas al Hércules le esperan rivales de todo tipo: tres candidatos al ascenso, varios equipos en descenso y otros en tierra de nadie. Sin embargo, la sensación que dejan los dos primeros tercios de competición es que no hay mayor rival para el Hércules que su falta de regularidad.