Pablo Verdú
Alicante
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Solo su carisma pesa casi tanto como su palmarés. Juan Ignacio Martínez (Alicante, 1964), uno de los mejores técnicos que ha dado el fútbol provincial a lo largo de su historia, mantiene intacta la ilusión por seguir entrenando.

A medio camino entre Torrevieja y su Rabasa natal, Juanig ha encontrado en el ciclismo la forma de quemar parte de su inmensa energía mientras espera la llamada de un nuevo banquillo.

El alicantino se niega a vivir del recuerdo de etapas pasadas y sigue actualizando su manual futbolístico en busca de la perfección. Tras explorar campeonatos exóticos en China, Kuwait o Irán, Juan Ignacio repasa con EL ESPAÑOL de Alicante su carrera y confiesa que aspira ahora, en plena madurez, un nuevo proyecto ganador. "No quiero que me etiqueten como un salvador", afirma.

P.– ¿Cómo lleva una persona tan activa como usted estar un año sin entrenar?

R.– Para mí el fútbol es una pasión. Mi mujer me quiere matar porque por ver fútbol no salimos a ningún lado. También tengo mi otra 'droga' diaria, que es la bicicleta. No suelo perdonar ni un día sin salir. Mantengo el gusanillo por el fútbol. Desconecté en 2016, cuando me pegué la piña con el Valladolid. Y luego tras temporada y media en Zaragoza. En realidad, a mí lo que me gustaba era jugar al fútbol. Soy un tipo con suerte y un privilegiado. He podido entrenar en todas las categorías, desde niños a mujeres, y desde Preferente hasta Europa.

P.– Tuvo unos inicios modestos. Y de repente todo se disparó en poco tiempo.

R.– A veces les digo en broma a amigos míos que el que quiera hacerse rico conmigo lo tiene fácil. En seis años pasé de Tercera con el Mar Menor a Europa con el Levante. En mi caso todo pasó siempre rápido. Pasé de entrenar niños a coger el mejor equipo de la Tercera murciana porque un papá (Pedro Sánchez) le dijo al presidente que era el mejor entrenador del club. Yo me ganaba la vida bien en una entidad financiera, con una buena cantera, y no sabía que iba a ser entrenador. Lo dejé todo por el fútbol.

P.– Ascensos, permanencias, playoffs, clasificación europea… ¿De qué logro está más orgulloso?

R.– Cada uno tiene su valor y su  momento. Aprendí hace años que el que vive del recuerdo muere de nostalgia. Para mí tiene mérito lo del Levante, que fue un exitazo para un equipo hecho para no bajar, pero también la permanencia con el Zaragoza, o lo que logramos en Irán y China.

P.– ¿Por qué cree que se frenó su carrera meteórica en los banquillos?

R.– Hay gente que al no verte en el fútbol español piensa que no estás trabajando. Mi familia dice que como no tengo representante no he tenido otros equipos… Yo no toco las puertas de nadie. Siempre que he trabajado ha sido porque han venido a buscarme.

P.– En los últimos tiempos le ha tocado apagar incendios…

R.– Sí. No quiero que se me encasille como un salvador. Me gustan los proyectos, aunque eso es un poco mentira porque en el fútbol lo único que vale, como decía Luis Aragonés, es ganar, ganar y volver a ganar.

P.– Usted fue de los pioneros en España en probar suerte en el fútbol asiático. ¿Cómo valora la experiencia?

R.– Hay que asumir que cuando uno se va allí renuncia a muchas cosas. En España sube el nivel y cada vez hay más entrenadores, pero el número de equipos es el mismo, por lo que hay que tomar decisiones. En China era como si viviera en casa porque había una gran colonia española, mientras que en Irán sufrió más mi familia por lo que se oye del posible conflicto bélico que yo, que no me enteré de nada. Es una mezcla de sensaciones, porque por una parte es doloroso para la familia, pero por otra son experiencias personales, culturales y sociales inolvidables.

El técnico alicantino en una rueda de prensa.

P.– Una pregunta que se hace todo aficionado al fútbol de la provincia es por qué, con su currículum, nunca ha entrenado al Elche o al Hércules.

R.– Es difícil ser entrenador de élite sin haber entrenado a alguno de estos dos equipos. Mentiría si dijera que no hubo contactos. En al menos dos ocasiones pude dirigir al Hércules. Y en el caso del Elche, lo mismo.

P.– ¿Y qué pasó?

R.– Cosas del fútbol. A veces las cosas no se dan por detalles o suerte. Pero esto es larguísimo y nunca se sabe lo que puede pasar más adelante. Las dos son plazas geniales que ahora están en un buen momento. El Elche tiene muchas aspiraciones de ascenso a Primera y el Hércules tiene que estar mínimo en el fútbol profesional. Tiene que volver ese ambiente de fútbol que vivimos de chavales en las dos ciudades.

P.– ¿Piensa que en el fútbol ya está todo inventado o cree que hay que innovar permanente?

R.– Creo que todo evoluciona y que hay que estar preparados para analizar y sacar el mejor rendimiento de esos cambios. Por ejemplo, ahora los defensores pueden comenzar a jugar tras pase del portero desde dentro del área. Pues hay que estar preparado para esta variante y lo que conlleva en el juego. Es verdad que todo está inventado, pero también que todo es mejorable. De todas formas, el fútbol requiere a veces ser más práctico. Son once contra once y multitud de cosas que no podemos controlar. A veces le pegamos demasiadas vueltas de tuerca al jugador.

P.– ¿Cree que hay prejuicios para contratar entrenadores veteranos?

R.– Si no vas con una tablet por el medio del campo parece que no eres moderno. También la experiencia es un grado. Aquí tengo mi ordenador, para el que quiera verlo. Mi staff está a la última de tecnología y metodología. En mi caso me rodeo de gente joven que tiene energía y fuerza. Yo espero que no se me acabe, porque el día que pase me haré a un lado y a otra cosa.

P.– Podría vivir en cualquier lugar, pero decidió mantener sus raíces en Rabasa.

R.– Soy rabasero de nacimiento y torrevejense de adopción. En el barrio están mis raíces, mi familia y los lugares que forman parte de mi infancia y de mi vida. Además de que es un barrio con una gran calidad de vida. También le tengo un cariño enorme a Torrevieja, la tierra de mi mujer y donde siempre se han portado bien conmigo. Como decía mi madre, bien nacidos es ser agradecidos.

P.– ¿Qué equipos le resultan más atractivos de ver actualmente?

R.– Hay muchos. El Elche es vistoso. El Atalanta, el Brighton… Son equipos a los que quieres ver y analizar para entender por qué suceden ciertas cosas. Aunque yo era muy fan del Liverpool de Klopp. Pero una cosa es admirar y otra el corta y pega. He grabado entrenamientos de entrenadores muy prestigiosos, pero no con la idea de clonarnos, sino adaptarlos a lo que yo tengo y necesito en mi equipo.

P.– ¿Qué jugador rival le quitaba el sueño?

R.– Leo Messi. Era insuperable. Una maravilla, imparable.

P.– ¿Cómo vive estos tiempos del VAR?

R.– Yo gané mi primer partido en el Zaragoza gracias al VAR, que validó un gol que se había anulado por fuera de juego. Estoy a favor de que se aplique en jugadas como una agresión, un gol fantasma o un piscinazo. Pero la esencia del fútbol es el gol y no se puede anular un tanto por el flequillo del delantero o por la punta de su bota.

P.– ¿Y su relación con los directores deportivos?

R.– Buena. He tenido mucha suerte. Siempre me han hecho partícipe de las plantillas porque al final me decían que el que tenía que poner a los jugadores era yo. En el extranjero la cosa es diferente. Se tiene muchísimo respeto al entrenador y eres casi un mánager, pero siempre dentro de unos parámetros tutelados por el club.

P.– Hay que preguntarle por su primo, José Bordalás. ¿Qué le parece su trayectoria?

R.– Me ha pasado por la derecha y por todos lados. Sobran las palabras. Es como mi hermano y todo lo que logra me provoca la misma satisfacción que si lo hubiera conseguido yo. El mayor elogio que se puede decir de él ya se lo manifestó su presidente, Ángel Torres, que comentó que tener a Bordalás era garantía de éxito. Me alegro mucho, además, de que cada vez más colegas valoren el trabajo que está haciendo con una plantilla muy justa. Le saca un rendimiento brutal a todo lo que toca.

P.– Usted es alicantino y ejerce como tal allí donde va. ¿Se siente valorado en su ciudad?

R.– No sé si valorado, pero sí reconocido. La gente futbolera te conoce y te saluda cuando vas por la calle. El otro día fui a comprar una bici y el dependiente, al despedirse, me felicitó por mi trayectoria. También me piden fotos, autógrafos… Está bien, pero no es algo que me obsesione.

P.– ¿Cuándo le veremos de nuevo en un banquillo?

R.– Espero que pronto. Hay varias cosas ahí. Pero uno se ha ganado con mucho trabajo y tiempo un caché y quiero luchar por ser campeón.