Alicante

Ricardo Bofill revolucionó el concepto de cómo podían ser las vacaciones en la España de los años 60 a través del juego. El encargo de un complejo turístico en Calpe se convirtió en la respuesta creativa a los bloques de pisos en la costa mediterránea. La Manzanera era un "jardín del Edén con una visión idílica del mundo" planteada desde la gauche divine. Entre sus edificios, La Muralla Roja se convirtió en un hito de la época para la arquitectura mundial y que décadas más tarde recuperaron los instagramers.

Comprender el juego de escaleras tan atractivas visualmente de este edificio es entender la transformación de la costa mediterránea. Calpe en los años 60 era un pequeño pueblo de poco más de dos mil habitantes, donde Natalia Pérez Ortembach tenía un terreno junto al mar en el que quería construir. Eran los inicios de lo que sería el turismo de masas, cuando la casa en la playa pasaba a ser un lujo accesible.

A satisfacer esa demanda de la nueva clase media se lanzaron miles de promotores. Y en la gran mayoría se ofrecían soluciones que maximizaban el espacio. Ese no era el plan de un veinteañero Bofill ni de la propietaria. Así lo explica el profesor de la Universidad de Alicante Andrés Martínez-Medina: "No hacemos los típicos bloques de apartamentos con una terracita y colapsando el paisaje, como empiezan a aparecer en otras ciudades".

Y en el complejo construido en el plan parcial que había redactado su padre lo demuestra. Cada tramo que se haría tendría una forma diferente y unos colores llamativos. Creó unos llamativos edificios en la costa con los que atraería la atención de las revistas de arquitectura del mundo, literalmente, para ser la obra de la Comunidad Valenciana más reproducida en estos medios del siglo XX, según apunta Martínez-Medina.

El color

De la España del blanco y negro, como aún se editaban las dos revistas especializadas de arquitectura de la época, Bofill saldría con unos edificios con degradados de colores que destacarían sobre la costa. El nombre del primer proyecto ya señalaba su objetivo, Xanadú. La mítica residencia de verano del imperio mongol con que bautizaba este arranque daba idea de lo diferente que era el planteamiento de un apartamento en la playa.

Xanadú, es el bloque de viviendas familiares en La Manzanera que hace eco al peñón de Ifach. RBTA

"Él no quiere esas densidades", cuenta Martínez-Medina respecto a las torres de pisos que empezaban a repetirse. Y por eso cada una de las fases de La Manzanera "tiene una forma y una inspiración con la propia geometría". Si en Xanadú usa el verde cactus y crea un reflejo del Peñón de Ifach, en La Muralla Roja utiliza degradados de colores.

En su propia web, Bofill destaca este trabajo por ese uso, que "responde a la intención de dar un determinado relieve, según sus funciones estructurales". Así, el exterior es rojo "para acentuar el contraste con el paisaje". Los patios y escaleras, en cambio, están en "tonos azules, como el celeste, el índigo, el violeta, para producir un contraste más fuerte o más débil con el cielo o, por el contrario, un efecto óptico de mimetización con él".

Ese atrevimiento, crear un edificio que contraste con el entorno, se lo reconoce Martínez-Medina como ejemplo de que Bofill "en esos momentos jugaba muy bien". Aparte de las formas arquitectónicas, "era una llamada a la viveza de la arquitectura, que no era la del estilo cuadriculado". Y ahí destaca el contexto que le permite experimentarlo "porque tenía una promotora que era culta, de familia ilustre, con cierto nivel cultural y que no quiere hacer lo que todo el mundo hace".

El contraste del rojo de la parte exterior con el mar y la montaña era una de las claves para Bofill. RBTA

La izquierda divina

La gauche divine se bautizó así a finales de los años 60 para representar a un grupo de "la burguesía más cercana a la izquierda que simpatiza con Europa y que se han expresado en su propia lengua". En ese territorio es por donde se movía Bofill, indica Martínez-Medina, "forma parte de ese mundo". "En ese movimiento de la gauche divine había mucha intelectualidad que tienen un gran poder, que son clientes y promueven el arte, apuestan más por cosas innovadoras", añade.

La propuesta de los Ortembach, familia que conocía su padre Emilio Bofill, para La Manzanera se encuadraba en esa línea. De ahí que "hicieron algo distinto, impactante en el paisaje", con esas "contaminaciones fantasiosas que recuerda a las fortalezas del imperio mogol". Aspectos que se definían "en la propia memoria del proyecto" donde se comprueba que "siempre ha tenido mucha capacidad de ingenio" y se habla de que "quería hacer un paraíso terrenal para vivir unas vacaciones distintas respecto a las de entonces de ir a un apartamentito en la playa".

La influencia

Antes de que las marcas de publicidad y los usuarios más influyentes de Instagram redescubrieran La Muralla Roja para sus anuncios y publicaciones, sus compañeros valoraron la importancia del trabajo. Emilio Vicedo, presidente del Colegio de Arquitectos de Alicante, considera los trabajos de Bofill en Alicante "ejemplos que pertenecen a la parte más interesante de su trabajo profesional, que dejan una huella importante". De hecho, la piscina de la zona común de La Muralla Roja "ha sido muy imitada". "Tenemos suerte en Alicante por la impronta que ha dejado", concluye.

La piscina de La Muralla Roja ha sido muy imitada. RBTA

Martínez-Medina los valora como "un juego de experimentación de módulos de crecimiento casi ilimitado, como si fuera un organismo". Los patios y escaleras, como prosigue, recuerdan a las casbas del Magreb. "En un reflejo, nunca una copia porque la arquitectura de esa época es de experimentación y con influencias exóticas de toda la parte del mundo, con Escher y sus escaleras imposibles o de arquitectos mexicanos e italianos como Ignazio Gardella. Otra cosa es cómo era de accesible, que es distinto a como lo pensamos hoy".

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