Alicante
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En 17 años de servicio solo ha sufrido tres lesiones graves. La primera fue hace ocho años, la segunda hace seis y la última hace 10 días al tratar de frenar una agresión machista en Santa Pola.

"Es un buen ratio", bromea el policía local del municipio con su pierna aún escayolada tras el enfrentamiento del pasado 20 de septiembre.

Ese día, mientras estaba haciendo labores de vigilancia por el pueblo junto a su compañero, les entró una llamada en la que se comunicaba que se habían escuchado gritos y golpes en una zona concreta de Santa Pola, pero sin saber dónde ni de qué se trataba.

"Era a mitad de tarde —recuerda— y a los diez segundos entró otra llamada".

Era de un viandante que, alertado por los fuertes gritos y golpes que salían de un piso, avisó a la Policía.

Las indicaciones llevaron al agente a un bloque de viviendas. Fueron planta por planta hasta encontrar el origen de gritos como "eres una puta" o "te voy a matar".

Golpes de muebles, palos y madera acompañaban los insultos y los gritos de una mujer.

Actuación

A pesar de "tocar a la puerta enérgicamente" por la posible gravedad del delito que se estuviera cometiendo en esas cuatro paredes, el hombre se negaba a abrir.

"Decía que sin una orden judicial no iba a abrir la puerta, pero se abrió...", comenta el agente.

Fue la mujer quien, medio desnuda y golpeada, logró abrirla. El agresor le dio un bofetón por ello y se enfrentó a los agentes. Ambos eran de mediana edad.

Lo primero que vieron fue el piso destrozado, con muebles por el suelo y sillas rotas por todas partes. Lo segundo, el hombre abalanzándose sobre ellos.

El atacante estaba "muy agresivo y nos recibió con una patada frontal", cuenta, que la bloqueó con su pierna para protegerse.

Notó el golpe, pero con la adrenalina del momento no le dio más importancia y se enfrentó al agresor.

El hombre comenzó a lanzar golpes, pero consiguieron dominarlo entre los dos. Una vez que ya tenía grilletes y estaba bocabajo en el suelo, la tensión cayó y comenzó a sentir que algo no iba bien en el pie.

"Lo íbamos a trasladar al vehículo policial y, cuando lo levantamos y empezamos a andar, iba arrastrando el pie", asegura.

Con el maltratador en el coche y la víctima ya a salvo, se dirigieron al hospital, pero no para que atendieran al detenido, como es habitual, sino para que el agente recibiera asistencia.

"No podía andar. Me hicieron placas de urgencia y vieron que tenía tres fracturas en el pie por el potente impacto de la patada".

Ahora estará dos semanas de baja por esta agresión, la tercera en toda su carrera en la que ha sufrido lesiones graves.

La mujer no estaba registrada en el sistema VioGén, por lo que se activó el protocolo cero desde el puesto de la Guardia Civil, donde le realizaron una encuesta para aplicarle un nivel de riesgo.

El agente revela que en su trabajo le toca ver muchos casos de violencia de género como estos, además de órdenes de alejamiento quebrantadas en los que tienen que actuar al saltar la alarma de las pulseras que llevan los maltratadores.

"Hay muchos casos de este estilo. Todas las semanas tenemos casos. Convivimos con la violencia de género", lamenta.