El cielo no está tan lejos para quien se lo propone. Jesús Gea es el vivo ejemplo. A sus 50 años, este profesor de secundaria e investigador ha dado el salto a la aviación para perseguir una pasión que le rondaba desde joven tras preguntarse: "¿A qué estoy esperando?"
Fue hace un año y medio cuando entró por la puerta del Real Aeroclub de Alicante para comenzar una formación de piloto de ultraligero que hoy le permite surcar los cielos.
Esta fascinación por volar le viene desde hace décadas y la compara con "la admiración que todo el mundo siente cuando ve un pájaro, yo creo que lo llevamos dentro".
"Muchas veces lo ves tan de lejos y tan imposible que parece que no se puede", cuenta, "no tienes un ambiente que tenga nada que ver con el mundo de la aviación y cuando lo contaba me llamaban loco al principio".
Hasta que llega el momento en que dices: 'Va, a ver qué pasa'", explica el oriolano en el aeródromo de Mutxamel.
En una sala llena de mapas e instrumentos de aviación, recuerda el primer día que cogió los mandos de la aeronave.
Jesús de camino al hangar.
"En el momento en que el profesor empieza a dejarte pilotar, te das cuenta de que te va a dejar solo. Entonces comienza a abrumarte un poco la responsabilidad", apunta.
"Lo esperas mucho por un lado, pero por otro es un momento muy tenso. Aún siento esa sensación cuando me acerco al avión para volar, aunque se va pasando cuando comienzas con las listas de chequeo", confiesa.
Su primer vuelo como piloto lo hizo con un compañero, pero uno de sus días más curiosos fue cuando se llevó "a cuatro vecinas de setenta años para que volaran y les encantó. No les dio ningún miedo".
Sobre los riesgos y el vértigo de pilotar las primeras veces reconoce que "claro que es peligroso, como todo, incluso coger el coche para venir al aeródromo".
Cielo accesible
No solo da vértigo a los sentidos, también a la cartera. "También es caro, yo no podría estar volando todos los días, pero también hay gente que se compra una bicicleta de 6.000 euros, un BMW o una caravana para viajar", reflexiona.
Un avión aterriza en el aeródromo de Mutxamel.
Desde el Aeroclub insisten en romper con la idea de que volar está reservado para ricos empresarios o jóvenes de buenas familias.
El Aeroclub es un crisol de pilotos de diferentes edades y profesiones, unidos por la pasión por los cielos.
Los cursos son accesibles para cualquier persona, tanto en precio como en dificultad. "Lo estudian personas de todos los perfiles; tenemos alumnos de 18 a 60 años, trabajadores y empresarios; gente que ha ahorrado o que tiene un poco de dinero y quiere volar", aseguran desde el Aeroclub.
"Si de verdad te gusta, si de verdad te llama, no es una cosa tan extraña", asegura Jesús.
Uno de los aviones del Real Aeroclub de Alicante.
Su curso de ultraligero parte desde los 3.750 euros. Una vez con la licencia más básica, se pueden volar aviones de dos pasajeros por un precio de 120 euros la hora de vuelo.
Licencia para volar
El piloto cuenta con la licencia más básica. "Es la más limitada, no te permite entrar en espacio aéreo controlado, solo puedes llevar un pasajero y la velocidad de entrada en pista es menor. Está limitada a una aviación más deportiva, más para aficionados", sostiene.
Acerca de la formación y el temario, resalta que "no es difícil, pero necesitas aplicarte porque realmente es un mundo completamente nuevo".
La duración del curso depende de cada persona. Puede completarse en unos meses si se dedica mucho tiempo o en un año si se compagina con el trabajo.
Jesús busca dar un paso más y obtener la licencia de piloto privado. Lo que le motiva es "seguir avanzando para aprender algo nuevo e ir un poquito más allá, poder volar un avión mejor y entrar en ciertos espacios", comenta.
