La reunión que este jueves han mantenido Mariano Rajoy y Pedro Sánchez ha resultado más fructífera por las formas que por el contenido. Más porque ha servido para escenificar la normalidad que debe regir la relación entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición que porque haya dado lugar a acuerdos o compromisos de calado. Y más por la voluntad de ambos de ser diplomáticos y demostrar que pueden conversar durante dos horas y media sin llamarse “indecente” y “ruin” que porque la entrevista haya servido para lanzar un mensaje de unidad de acción frente al desafío. Eso sí, los dos grandes partidos han dejado claro que se oponen a la celebración del referéndum de independencia en Cataluña.

Está bien que el presidente -que sólo ha recibido a Sánchez después de que lo hiciera el rey- y el secretario general socialista dejen constancia de que no sienten animadversión mutua. Pero hubiera sido mucho mejor para el interés general que, en lugar de delegar en sus respectivos portavoces, ambos hubiesen comparecido juntos para trasladar la idea de que, más allá de las legítimas diferencias ideológicas, existe un plan común para hacer frente al desafío separatista.

Oportunidad perdida

Sobre todo, cuando la reunión se ha producido 48 horas después de que Carles Puigdemont y Oriol Junqueras presentasen ante una multitud su ley del referéndum. En este sentido, la audiencia entre ambos puede considerarse una oportunidad perdida. Es verdad que tanto Íñigo Méndez de Vigo como Margarita Robles subrayaron que existe una coincidencia “sustancial” en su defensa de la legalidad frente al separatismo. Pero esta declaración de principios ha resultado tan cierta como inconcreta.

El presidente del Gobierno no ha puesto sobre la mesa la aplicación del artículo 155 de la Constitución en su primera fase -requerir previamente a Puigdemont-, ni ninguna otra medida de actuación específica. Que Pedro Sánchez se oponga a cualquier medida tendente a limitar o suspender el autogobierno para no "retroalimentar al bloque independentista" -como dijo el jueves por la noche en Telecinco- no exime de su responsabilidad al presidente. Lo normal es que Rajoy hubiera intentado lograr el respaldo del PSOE a su plan, si es que tiene alguno. Por eso es lógico que, ante su pasividad, Sánchez haya decidido tomar la iniciativa sobre Cataluña.

El plan del PSOE

El líder socialista cree que puede haber una “solución política” y que mediante iniciativas parlamentarias en materia de financiación autonómica y el inicio de un debate sobre la reforma de la Constitución se puede solucionar el problema territorial. Su confianza en que el federalismo y el reconocimiento de la “plurinacionalidad” y las “naciones culturales” servirían para acabar de una vez por todas con las tensiones territoriales resulta ingenua.

Sin embargo, cualquier cosa es preferible a no hacer nada. En ese sentido, la pasividad de Rajoy legitima a Sánchez que avisa de que “no se puede continuar esperando” a que el problema catalán se resuelva solo.