Rajoy ha desactivado la moción de censura de Murcia con un movimiento improvisado que dice más de su miedo a perder el Gobierno regional que de su compromiso con la regeneración. Después de 45 días de pulso con Cs, que exigió la renuncia del presidente murciano cuando fue llamado a declarar como investigado en el caso Auditorio, Rajoy se ha rendido y ha obligado a dimitir a Pedro Antonio Sánchez.

Lo ha hecho tarde y mal. Pudo hacer de la necesidad virtud y presumir de diligente ante el mínimo indicio de corrupción, en lugar de volver a ir a remolque de los escándalos, las presiones exteriores y las decisiones judiciales. Pero, como sucedió con la creación de la comisión parlamentaria sobre el caso Bárcenas o con el aumento del gasto social en el Presupuesto, ha preferido actuar en el último minuto y obligado por Cs, que vuelve a anotarse un tanto y a demostrar su utilidad política.

Presunción de inocencia

Cs ha exigido reiteradamente en el último mes al PP el cumplimiento del primer punto de su acuerdo de Gobierno en Murcia, que prohíbe la presencia de imputados en cargos institucionales, pero Génova se cerró en banda pretextando que asumir responsabilidades antes de la apertura de juicio oral supone dinamitar la presunción de inocencia. El PSOE aprovechó esta crisis y presentó una moción de censura, y el PP decidió seguir apoyando a su presidente imputado, convencido de que Cs no se atrevería a asumir el coste político de apoyar a un candidato socialista junto a Podemos.

Los acontecimientos se precipitaron el lunes, después de que el instructor del caso Púnica en la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, pidiera al TSJ murciano la imputación de Sánchez por fraude, cohecho y revelación de secretos en sus tratos con el empresario investigado Alejandro de Pedro. La exposición razonada del magistrado es tan contundente que, en sí misma, justificaba ante la opinión pública el apoyo de Cs a la moción de censura.

Despedida a regañadientes

La despedida del presidente murciano ha puesto de manifiesto lo mucho que le cuesta comprender al PP que depurar responsabilidades políticas es una obligación independiente del curso de los procesos. Los ciudadanos necesitan actitudes ejemplarizantes para volver a confiar en los partidos. Sin embargo, Sánchez y Génova han calificado de “injusto” el relevo en Murcia y han clamado contra los “justicieros”, en alusión a Cs y la oposición.

En coherencia con este absurdo victimismo, Rajoy ha permitido al dimisionario conservar la Presidencia regional del PP, el escaño de diputado regional, la Presidencia del Grupo Parlamentario y tutelar a su sustituto, Fernando López Miras, que recibió el testigo subrayando su fidelidad al “líder” y tras “haber llorado lo que tenía que llorar”. La apuesta por un hombre de paja, con el compromiso de que Sánchez vuelva a ser candidato en el futuro, sólo puede complicar la estabilidad del PP en Murcia -abocado a la bicefalia- y afectar a la credibilidad del sucesor. En cualquier caso esto siempre será mejor que pretender dejar al frente de Murcia a un presidente bajo sospecha de corrupción.