A menos de una semana para las elecciones presidenciales en Estados Unidos han empezado a aparecer las primeras encuestas que colocan a Donald Trump por delante de Hillary Clinton en intención de voto. Es cierto que son pocas y que dan un escaso margen a favor de Trump, pero lo que vendrían a indicar es que la candidata demócrata ha perdido la holgada ventaja de que disfrutaba, y que llegó a su cota más alta hace un mes, tras publicarse un viejo vídeo de su adversario en el que hacía comentarios sexistas y soeces.

Los medios estadounidenses atribuyen la caída de Clinton al problema de sus correos electrónicos. Pero se trata de una polémica tan menor -el uso de un servidor particular al margen del oficial cuando era secretaria de Estado- en comparación con los escándalos protagonizados por Trump que más bien parece que estamos ante una excusa de los ciudadanos para retirarle el voto a una candidata que no les gusta.

Problema de candidatos

De hecho el New York Times acaba de publicar que Trump podría haber maniobrado para dejar de pagar millones de dólares en impuestos y, aunque llueve sobre mojado, está por ver que esto le afecte electoralmente.  

Clinton no cae bien a muchos estadounidenses, para los que encarna al establishment que ha estado gobernando el país en las últimas décadas. La crisis ha causado estragos y eso ha generado, como en muchos otros países, pérdida de confianza hacia los políticos al uso.

Por todo ello, bien podría decirse que la suerte de Clinton en sus aspiraciones de ser presidenta es que enfrente tiene a Trump, un hombre bastante ignorante, racista, machista, mentiroso, maleducado, chulo y con negocios turbios. Y al contrario, los Republicanos deben reprocharse lo fácil que habrían tenido ganar estas elecciones con un buen aspirante. Está claro que hay un problema de candidatos.

Botón nuclear

Tanto Clinton como Trump arrastran índices de impopularidad históricos y, consecuentemente, estos comicios han levantado poca ilusión en la calle. Pero la verdad es que Clinton le ganó los tres debates televisados a Trump y no ha cometido graves errores en la campaña. Y aunque no levanta entusiasmos, es una persona preparada, coherente y previsible.

Desazona saber que aún podría haber un vuelco electoral, como empiezan a apuntar las encuestas, porque el futuro de EE.UU. es en buena parte también el futuro del mundo entero. Ha repetido Hillary Clinton en su campaña que hay que imaginar a alguien como Trump tomando decisiones en el Despacho Oval y con el botón nuclear a su disposición. Debería ser una imagen disuasoria para quien tenga tentaciones de votarle.