La Semana Santa en España es como las torrijas, en cada lado se hacen de una manera. Está Sevilla, que con sus tandas de candelería alumbra los "ayes" de un hondo sentir popular.

Y está Valladolid, es decir: Castilla, que es un "silencio espeso, sombrío y doliente que encubre y arropa una honda emoción popular", por decirlo a la manera de Delibes.

Hay aquí las dos Españas reunidas, excepción que confirma la regla. Y no hay Semana Santa mejor, hay formas de vivirla y de vivir en hermandad. 

El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, en la bendición de las palmas de Domingo de Ramos.

El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, en la bendición de las palmas de Domingo de Ramos. EFE

Porque quizá la Semana Santa sea ya el último recodo de nuestra civilización. No hablo de la fe, sino de un tiempo donde todavía la gente pide perdón al pisar al de al lado y deja hueco a los críos y a los ancianos para que vean mejor.

Caí mientras el lunes por la noche un chaval se abría paso a codazos entre el gentío en mitad de la procesión. Golpeaba para quitarse obstáculos y cruzarse de calle, nada tenía que ver con Dios. Hasta que alguien, muy cerca, lo agarró disimuladamente por el pescuezo y le dijo que guardara respeto "o te lo enseño yo".

¡Esto es Valladolid!, que por el frío curte a los hombres más que Esparta. Aquí la gente todavía se viste por los pies y de domingo el Domingo de Ramos como en la otra media España. Aquí todavía se conserva un sentimiento de lo nuestro que tiene que ver con lo que vieron nuestros abuelos y con respetar incluso un misterio que otros intuyen sin llegar a comprenderlo…

Porque por aquí "el anciano cree ver la que vio de niño y el niño, aún sin darse cuenta, espera ver la misma procesión cuando llegue a anciano, si llega... Y no ha pasado más; ni monarquía, ni dictadura, ni revuelta, ni república. Pasan los pasos y los llevan los mozos". 

Tenía un amigo extremeño que decía que en Valladolid éramos "mu'poco hombres, porque al Señor se lo saca a hombros, no con ruedas". Yo le preguntaba por qué se quedaba en Semana Santa entonces. "Eh que la ciudad y las muchachas se ponen mu'bonitas".  

Y si nieva, como ocurrió el Martes Santo, será que Dios lo ha querido. Y los cofrades más jóvenes aprenden lo que es el estoicismo: Nec spe, nec metu, al quedarse sin procesión.

Todo un año para un instante, todo un año para esta conclusión que no se puede ni cambiar, ni comprar, ni alquilar, ni vender… Doce meses esperando para quedarse sin procesión de regla y es la última oportunidad que tienen los niños de aprender que la vida no es justa, ni se gana, ni hay forma de salirse con la suya…

Y aún así, incluso sin procesión, lo que queda es la gente que se tiene alrededor. Hermanos de cofradía, vecinos que dicen que mañana hará mejor al coincidir en el portal y una ciudad entera que durante siete días y siete noches mira al cielo y creen hasta los que no creen en Dios