Conviene que los análisis postelectorales esperen a que las elecciones se hayan celebrado. Es una lección importante de julio de 2023 que no terminamos de aprender en febrero de 2024. Había un relato sobre el resultado de estos comicios que no ha terminado de compadecerse con la realidad. Un 23-J anunciado ya no es un 23-J.

Quizá el PP esperara mejorar el último resultado de Feijóo cuando adelantó sin necesidad esta cita con las urnas al calor de la indignación por la amnistía.

Pero no hay más que ver las imágenes. La mayoría absoluta les sabe a gloria después la última semana de campaña. Queda la duda de hasta qué punto el temor transmitido era real o estratégico.

Harían mal en confiarse respecto al daño de la pifia de la comida con periodistas. Intrascendente en Galicia, sin duda. Lo que no borra que lo allí revelado deja sin argumentario creíble al principal partido de la oposición frente a lo que hoy sigue siendo elemento definitorio de la legislatura. Pero esa es otra historia, que diría Lou Jacobi en Irma la dulce.

El éxito del BNG es tan rotundo como inane. Probablemente, a Ana Pontón no le importe lo más mínimo, pero el periodismo Malasaña que estaba presto a designarla santa laica ya ha debido dejarla de lado en el momento en el que se escriben estas líneas. La solidez de la victoria popular espanta de momento la posibilidad.

Pero en esa comunidad autónoma la única alternativa viable se está construyendo en torno al nacionalismo. Si dentro de unos años esto llega a ser un problema habrá que recordar cómo se fue fraguando. Y eso nos conduce al siguiente partido en el escalafón.

El PSdeG pierde cinco diputados respecto a su peor resultado histórico. Se acostumbra a ser tercero, como en cada vez más territorios de España. En condiciones normales, el secretario general responsable notaría que el suelo se mueve bajo sus pies.

Pero con Pedro Sánchez casi nada funciona en condiciones normales. Está más que acostumbrado a los sinsabores regionales. Salvo en Cataluña, hace años que no prueba otro cáliz. Su proyecto es estrictamente personal. Que el PSOE sea superado por sus socios de investidura en sus respectivos territorios no perturba demasiado su horizonte. Luego volvemos con él.

A la otra pata del gobierno le ha ido incluso peor. Marta Lois ha trazado una trayectoria vertiginosa. Desconocida hace medio año, ha pasado en tan corto periodo de tiempo de portavoz parlamentaria a desempleada política.

La nutrida presencia gallega en la escena nacional hace que estas autonómicas den pie a muchas lecturas para los líderes estatales. La que compete a Yolanda Díaz será muy interesante de seguir. Los socialistas creen que pueden crecer por su izquierda. Le recomendamos vigilar mucho su espalda.

Galicia simbolizó la vuelta a la normalidad electoral cuando en 2020 clavó el reparto parlamentario de 1997. La aparición de Democracia Ourensana nos recuerda que los populismos son como el malo de las películas de terror. Pueden darte un susto cuando los creías muertos.

Todo apunta a que vienen días de euforia en el PP y sus entornos más afines. Bueno.

Pero las elecciones de anoche terminan exactamente igual que todos los procesos electorales vividos en España desde junio de 2018: con Pedro Sánchez durmiendo en el colchón que él mismo se ocupó de cambiar en el Palacio de Moncloa.

Para él, se trata exclusivamente de eso. Huelga toda clase de análisis adicional. Ignoramos cuál es la marca comercial del citado colchón. Pero no nos cabe duda de que, a Sánchez, plin.