Ilustración de la portada 'Carne gobernada' de Fernando Savater (Editorial Ariel).

Ilustración de la portada 'Carne gobernada' de Fernando Savater (Editorial Ariel).

A la intemperie

El estilo Savater

'Carne gobernada' es un regalo, no lo olviden. Lo dicho, una “gozadera” intelectual.

7 febrero, 2024 02:13

Tengo que confesar que he leído a Savater -libros y artículos- hasta llegar a conocer su estilo literario, su “letra”personal. Si me tuviera que examinar de un texto suyo, sin que me dijeran que es de Savater, estoy seguro de que sabría que es de él desde los primeros párrafos: genera libertad de principio a fin.

De sus libros el que más me gustó en su momento, además de Ética para Amador, fue Contra las patrias, que seguía las pautas de Ambrose Bierce en El diccionario del diablo y las huellas del doctor Johnson. En fin, ese estilo de escribir y de definir lo que se piensa por escrito me satisface mucho, aunque algunos lo confundan demasiadas veces con un desahogo psiquiátrico.

Ahora acaba de publicar un libro de memorias, Carne gobernada, en la editorial Ariel, que está entre el género de las memorias, el de la autobiografía y el del pronunciamiento.

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Ahí está de nuevo el estilo Savater, revolviéndose contra las cosas del mundo y abrazando lo asuntos buenos de la vida que a veces se tuerce en alguna esquina del camino. Ahí está otra vez, como siempre, el estilo de la libertad, el estilo de Savater contando la vida del mundo tal como él la siente y le sucede.

Conocí a Fernando Savater una noche de la que él no debe acordarse ya, en un restaurante chino de Madrid, en la calle Valverde, durante una reunión informal de gentes del PCE y del entonces anarquismo español tan activo contra el franquismo, al mando de los cuales iba esa noche el profesor Agustín García Calvo.

Estamos en abril del año 1968, la efervescencia estudiantil parisina ha llegado a Madrid hace meses y Franco ha mandado cerrar las universidades: que cada uno estudie en su casa lo que pueda y el que no sabe o no puede que se joda. Esa noche fue de alta dialéctica entre los dos bandos y Savater, al que había visto ya muchas veces en la facultad de Filosofía y Letras (él hacía Filosofía pura y yo Lenguas Clásicas, pero nos cruzábamos en los pasillos con asiduidad), estuvo particularmente guerrero.

Ahí vi por primera vez, yo de verso suelto entre los dos bandos, el estilo Savater revolviéndose encima de la mesa. Se discutió a gritos sin que se llegara a ninguna resolución ni acuerdo conjunto.

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Ahora Savater y yo vivimos en el mismo barrio madrileño, muy cerca, desde hace más de treinta años, y siempre he admirado su modo de ser y estar en la vida. No es extraño, pues que Carne gobernada se haya convertido para mí en esta semana en una “una gozadera” sin límites, desde la memoria del escritor hasta sus pronunciamientos a veces contradictorios.

Se declara Savater ahora, creo que por primera vez en uno de sus libros tan claramente, un hombre de derechas; de derecha ilustrada. Hace tiempo, pienso yo, que la Ilustración desapareció de las huellas de identidad de la derecha española; la de ahora y la de hace tiempo, que es la misma.

No me han gustado nada, pero es humanamente comprensible que un hombre libre tome partido por lo que le dé la gana, una vez por unos y otro por sus contrarios, si lo hace con la misma honestidad y la misma limpieza que Savater, aunque no estemos de acuerdo en todos los puntos de los que habla de este asunto en Carne gobernada.

En cuanto a su salida del periódico El País, que fuera diario de referencia de toda España durante décadas, Savater se despacha a gusto en el centro del ruedo, frente a un morlaco al que todavía hay mucha gente que le teme y guarda por eso la ropa con su silencio.

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Pero ahí está también el estilo Savater, toreando en cualquier parte del albero la circunstancia personal que le ha acuciado su conciencia cívica durante los últimos años. Tengo para mí que ha salido del ruedo por la puerta grande, con dos orejas y rabo, y aplaudido por mucha gente (porque todavía hay gente que aplaude a las conciencias libres).

Otros, por el contrario, sugieren restarle importancia a los argumentos del “filósofo”, así lo llaman con un repetido desdén, cuando Savater es un pensador sólido y profundo, pertrechado con una muleta intelectual y libresca de primera magnitud; un pensador que se siente cada vez más libre dentro de esta extraña y débil democracia que nos ha tocado vivir en los últimos años.

Lean Carne gobernada, háganme caso, por favor, mis hipotéticos y pocos lectores; es un modo de vivir, durante el acto de lectura, una parte de la vida de un hombre libre que imparte su libertad por encima de acomodos mentales, de servidumbres temporales y juego florales a favor del interesado: por encima de todo, menos de la libertad.

Y ese, me parece, no es un ejercicio común entre nosotros, rodeados de mindundis y gentes advenedizas cuya única estructura mental se mueve entre la mediocridad y la sumisión al poder. Carne gobernada es un regalo, no lo olviden. Lo dicho, una “gozadera” intelectual.

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