El pintor Rafael Canogar en su estudio. Foto: Sara Fernández

El pintor Rafael Canogar en su estudio. Foto: Sara Fernández

Arte

Rafael Canogar, artista abstracto: "He pintado casi 5.000 cuadros. No son tantos, Picasso tiene 20.000"

Los años no le pesan, al contrario, le dan alas para trabajar. Ahora le dedican un espacio en Toledo desde donde se ve el Tajo, y también se ven pasar siete décadas de pintura. 

2 abril, 2024 02:10

Nos reciben en su estudio del centro de Madrid, las manos de Rafael Canogar (Toledo, 1935), que han ejecutado casi 5.000 pinturas catalogadas sin contar esculturas, dibujos y obra gráfica, que aún aprenden –como Goya– y que aún pintan, de lunes a viernes.

El taller rebosa cuadros llenos de intenciones, gestos desatados fruto de pulsiones irrepetibles. Su pintura, incluida en importantes colecciones como la de Alicia Koplowitz o Ramón Areces, es un reflejo de sí mismo, de un hombre tímido, aunque resolutivo. Un enamorado de su profesión.

Pregunta. Acaba de inaugurar un espacio permanente en la Real Fundación de Toledo ¿Qué podremos ver allí?

Respuesta. El espacio Rafael Canogar es una maravilla. Es un balcón al río conocido como Roca Tarpeya que, en Roma, era la roca desde donde se despeñaba a los traidores. Fue también taller del escultor Victorio Macho que hacía monumentos ecuestres.

»El espacio es el que es, el suficiente para ir mostrando mi larga trayectoria por fases. Ahora las pinturas expuestas son a partir del 76, las que acompañan a la democracia. A mí me parece que lo interesante es que sea un espacio vivo en el que se invite a gente a participar y debatir sobre lo expuesto.

Rafael Canogar trabajando en su estudio. Foto: Sara Fernández

Rafael Canogar trabajando en su estudio. Foto: Sara Fernández

P. ¿Cómo surge el proyecto?

R. Pues hace tiempo que se habla del tema… Nací en Toledo y aunque mis padres se mudaron a Madrid yo volvía siempre, para estar con primos y tíos, para pintar sus calles y sus vistas. Es una ciudad que me enamora, me inspira muchísimo. Mi madre me transmitió este amor que yo he mantenido. Vivo en Madrid, pero el alma de Toledo la llevo muy dentro. Recuerdo que Emiliano García-Page me había ofrecido un edificio mucho mayor en otra zona pero mi identidad está vinculada al recinto antiguo.

[Carmen Laffón: “No he sido nunca ambiciosa, he pintado lo que sentía”]

P. ¿Por qué es usted pintor?

R. Pues tuve esa inspiración. A todos los niños les gusta dibujar, pero para mí fue una pasión desde el primer momento. Pintaba incluso en el reverso de las fotografías familiares, porque no teníamos mucho papel. Un día, un chico de mi barrio me pidió que le acompañara a una tienda de Bellas Artes y aquello me pareció la cueva de Alí Babá, me quedé fascinado con todos esos colores. Compré una pequeña tela y pinté mi primer cuadro al óleo: un pimiento rojo.

»Cuando nos mudamos a San Sebastián teníamos de vecino al pintor Jesús Olasagasti y mi madre fue a enseñarle lo que hacía su niño. Él le sugirió que tenía que empezar a pintar del natural, que tenía que ir al taller de Vázquez Díaz, y así lo hice. Me planté en Madrid y llamé a su puerta. Allí pasé 5 años en los que cada día quitaba con una espátula el color para volver a pintar un nuevo cuadro al día siguiente.

"España es un país muy duro para los creadores. Tantos artistas tuvieron que emigrar... Picasso, Gargallo, Julio González…"

P. ¿Qué es, y qué no es, pintura?

R. Es una pregunta interesante, he visto ir y venir nuevas tendencias. Recuerdo que cuando estaba en Berlín vino un artista inglés de Body Art y una de sus acciones era vomitar, otra era echar carne en una piscina de agua y estar una semana entre esa carne podrida. Eso para mí no es arte.

P. ¿Qué relación tiene usted con la escultura?

R. Es una prolongación de la pintura. Cuando me fui al realismo pinté esos cuadros de denuncia social y de reflexión política, pero la bidimensionalidad no tenía la fuerza suficiente para que el público se parase. Yo quería llamar la atención. Necesité el bulto, que saliera el personaje de la pared.

[Antonio López: "Otros se obsesionan con la muerte, yo por el dinero"]

P. ¿Encargaba las esculturas o las hacía usted?

R. No, no, las hacía yo. Quería que fuera lo más veraz posible, usaba ropa auténtica endurecida con fibra de vidrio. Pero la tela me llamaba. Estiraba más y más los retales hasta que la escultura se volvía pintura. Quise volver a ella, volver a la huella del pintor sobre la materia.

»Yo pintaba con las manos porque soy castellano y quise dejar un testimonio de mi paisaje y de mi cultura. Yo pintaba esa tierra arada por el hombre que nos daba de comer, esa huella que dejamos sobre la tierra, creaba esos surcos y echaba pintura líquida que iba introduciéndose por sus relieves como una metáfora de la lluvia. Para mí es un canto a la individualidad y subjetividad del hombre. Yo quise crear estos espacios con un metasigno que crece por la superficie como una trama y volver a la pintura.

Rafael Canogar en un momento de la entrevista. Foto: Sara Fernández

Rafael Canogar en un momento de la entrevista. Foto: Sara Fernández

R. No, no [risas] hay uno solo. Es como el símil del collar de cuentas. Hay muchas cuentas, cada cuenta es un periodo: formalismo, realismo, segunda abstracción, fragmentaciones… y justo el final de ese hilo, que es donde estoy ahora mismo, se va acercando al inicio. Lo que estoy haciendo ahora tiene mucho que ver con lo que hacía en los años 50. El fin y el principio se tocan.

P. ¿Un artista nace o se hace?

R. Las dos cosas.

P. ¿Qué significa ser artista en España?

R. España es un país muy duro para los creadores. Tantos artistas tuvieron que emigrar... Picasso, Gargallo, Julio González… Se tuvieron que ir y algo ha quedado marcado en nuestra historia. Para que España haga caso a un artista tiene que ser reconocido desde fuera, se tiene poca seguridad en nosotros, por eso, entre otras cosas, montamos el colectivo El Paso.

Algunas de sus obras más recientes. Foto: Sara Fernández

Algunas de sus obras más recientes. Foto: Sara Fernández

R. Pues Saura viene de París y se pone en contacto con Millares. Empezamos a tomar café y a hablar del arte nuevo, del abstracto. Empezamos a elucubrar cómo podíamos dar a conocer esta epifanía, la que sentíamos nosotros por este arte [risas] y decidimos editar un boletín informativo, organizábamos conferencias, exposiciones itinerantes. Cuando llegó el éxito nos replanteamos si abrir el grupo a otros artistas o terminar, y terminamos.

»Entonces no había ni un museo de arte contemporáneo. Lo primero que hubo fue en un patio de la Biblioteca Nacional que construyó un pequeño museo y ahí se montó una gran expo que vino desde el MoMA de Nueva York porque se habían firmado acuerdos EE.UU.-España para instalar bases americanas y eso se adornó con actos culturales. Como no había técnicos nos pidieron a El Paso que montáramos nosotros la exposición y aquello fue una fiesta. Muy poca gente en España estaba interesada en lo que estaba ocurriendo.

"Para que España haga caso a un artista tiene que ser reconocido fuera, se tiene poca seguridad en nosotros"

P. ¿Cómo recibió la España de 1957 el arte abstracto?

R. Mal, en el 54 no le interesaba a nadie. La prensa estaba volcada con la Escuela de Madrid. Recuerdo que en el Ateneo de Murcia quisieron atentar contra uno de los cuadros de Manolo Millares, decían que les tomábamos el pelo porque tenía cuerdas atadas. En el año 57 convencimos al comisario del Pabellón de España de la Bienal de Venecia de que tenía que llevar a la nueva generación de la abstracción, no sólo a nosotros sino también a Tàpies, Chillida, Rivera

»Aquello fue un completo éxito: un pabellón dedicado al informalismo español. Habíamos crecido como pintores que miraban al Museo del Prado, al Greco, a Zurbarán, a Goya, lo que a nosotros nos dio una base histórica espectacular, a pesar del aislamiento. Chillida ganó el Gran Premio de la Bienal y a mí me contrató una galería italiana y lo vendí todo. Los museos se volvieron locos, todos querían exposiciones: el Guggenheim, el MoMA... Pasamos de no pintar nada (en sentido figurado) a venderlo todo.

El pintor, delante de los cuadros que atesora en el estudio. Foto: Sara Fernández

El pintor, delante de los cuadros que atesora en el estudio. Foto: Sara Fernández

P. Usted triunfó desde un momento muy incipiente de su carrera y se ha mantenido 70 años ¿Qué piensa del éxito?

R. El éxito es una gran trampa, lo difícil es mantenerse, porque te piden esos cuadros que te han dado éxito y lo que buscan es el reconocimiento, pero el cambio es algo bueno, vale la pena la aventura de lo nuevo, descifrar lo que está por venir te da una energía que se pierde cuando simplemente repites una fórmula.

"Lo que estoy haciendo ahora tiene mucho que ver con lo que hacía en los años 50. El fin y el principio se tocan"

P. ¿Cuántos cuadros ha pintado?

R. Pues pregunté a mi asistente y unos 4.900 cuadros catalogados más obra gráfica, dibujo, escultura…A pesar de todo no son tantas, piense que Tapies 8.000, Picasso unos 20.000… Un artista con poca obra tiende a desaparecer, porque cada vez se presta menos obra, por eso yo tengo que comprar mis propios cuadros…

P. ¿Usted compra sus propios cuadros? ¿Por qué?

R. Porque los necesito para exponerlos. Los artistas con poca obra tenderán a la irrelevancia, y la gente se cansa de prestar cuadros. De aquel artista del que no se disponga de una producción importante, no se podrá hacer una retrospectiva.

Detalle  del almacenaje  del estudio de Rafael Canogar. Foto: Sara Fernández

Detalle del almacenaje del estudio de Rafael Canogar. Foto: Sara Fernández

P. ¿No es una cuestión de mercado?

R. La verdad es que un poco sí. Ahora me entero del movimiento de los cuadros por las alertas de Google, pero es algo que he hecho toda mi vida.

P. Para terminar: ¿qué consejo le daría a una pintora o pintor joven?

R. Honestidad. Es muy difícil vivir de la pintura, cada vez hay más competencia y es más difícil llamar la atención y repito las palabras de Van Gogh: “Haz de tu pintura como si fuese tu escritura”, que significa hacer una forma de expresión radicalmente personal capaz de mostrar tu esencia, no seguir pautas de nadie.