En uno de los pueblos con más encanto de Mallorca, Deiá, que durante décadas fue el paraíso de los artistas, es fácil encontrar joyas escondidas en una esquina, en un jardín o hasta en una casa. Es ahí donde el hotel La Residencia, A Belmond Hotel, cinco estrellas, emerge como un punto donde el paraíso bien entendido parece haberse detenido enganchado a los olivos y al mar.
Entre flores y piedras, este hotel que abrió en 1984, es uno de los mejores rincones del mundo para tomar conciencia de uno mismo y de la fuerza de la naturaleza representada en la famosa Sierra de la Tramuntana. Está formado por dos casas señoriales del siglo XVI, Son Moragues y Son Canals, y una finca de 14 hectáreas llena de olivos centenarios que producen su propio aceite.
Son Canals contaba ya con una atalaya del siglo XIV que sigue en pie y que, además de ser la parte más antigua del hotel, es el lugar donde se ubica una de sus suites más simbólicas: la del Torreón.
La habitación del Torreón en La Residencia.
Se trata de una habitación de 55 metros cuadrados en una torre levantada por monjes cistercienses hace siete siglos como puesto de vigilancia y refugio en caso de ataques piratas. Hoy en día, se ha convertido en un santuario de paz donde el cielo parece estar más cerca y el mar más profundo. Y con vistas panorámicas de 360 grados a la Sierra de Tramuntana y a la costa.
La Suite Torre o Habitación 33 tiene un ambiente luminoso y espacioso, con un mobiliario rescatado de las casas señoriales mallorquinas ya que son antigüedades y joyas como la gran cama con dosel, los sillones o los armarios que la acompañan. Cuenta con un balcón, un pequeño jardín y una terraza privada que es la corona del torreón y desde donde las estrellas parecen poder tocarse casi sin hacer un esfuerzo.
Eso sí, si queremos verlas todavía más cerca, en el elegante salón hay un telescopio antiguo que nos ayudará seguro a identificar las constelaciones que adornan el increíble cielo mallorquín, a la sombra de la Tramuntana, casi en cualquier época del año.
La habitación está distribuida en varias plantas y se accede a ella por una preciosa escalera de caracol que se abre a la amplia sala con un baño. Es en la segunda planta donde podemos encontrar el salón señorial, con el suelo en colmena octogonal que evoca un espacio parecido a la que usó el inglés Robert Graves para escribir la novela Yo Claudio a unos pocos metros de ahí.
No fue el único artista que ha dejado su huella en Deià y en La Residencia. El hotel de Belmond cuenta con una de las colecciones de cuadros de Miró más importantes del mundo y reserva un espacio como galería para seguir honrando a los genios de antes y de ahora que ven en este pueblo mallorquín un templo de inspiración para sus obras.
Desde la terraza de esta suite, no sólo se está más cerca del cielo y del mar, sino que también se tienen unas vistas increíbles del propio hotel y de la sierra. Como curiosidad, La Residencia conserva toda la esencia de sus amenities en unas cerámicas hechas de manera tradicional en una finca cercana exclusivamente para las habitaciones del hotel y que buscan armonizar con la historia y el alma del lugar.
Alojarse en un torreón y sentirse protagonista de un cuento cuesta entre 1.300 euros la noche, en temporada baja, a 3.500 euros el día en temporada alta.
