El otro día me enteraba, a través de una entrevista, de lo que le había sucedido a Xabier Fortes en una red social. Aunque sería mejor referirme a lo que le ha pasado a su hijo que, sin comerlo ni beberlo, se ha encontrado con una manada de haters que, mediante la propagación de bulos y mentiras, pretendían dar una patada al padre en el trasero del hijo.
La mentira en cuestión, desmentida perfectamente, con rigor y objetividad, por el periodista, consistía en decir que el joven, que pretende seguir los pasos profesionales del padre, había sido contratado por Televisión española por ser vos quien sois y fuera de todo proceso selectivo reglado.
El bulo era de proporciones cósmicas, porque el chico no pasa de ser un mero becario, que acaba, además, sus prácticas en un par de semanas y que ni siquiera tiene opción a entrar en el ente público porque no se han convocado plazas. Es decir, una falsedad como un piano.
Pero ya se sabe lo que reza el dicho: injuria, que algo queda. Y más aun queda en estos días en que, para algunos, lo de contrastar información y buscar la verdad es algo que no va con ellos.
Xabier Fortes se ha indignado, y con razón. Como él dice, malo es que se metan con alguien sin razón, pero que utilicen a sus hijos es la canallada más grande. Y más cobarde, porque atizan a quien tiene más difícil la defensa.
Él ha canalizado esa indignación mediante una explicación pública en la misma red social donde se difundió la infamia, además de contarlo en una entrevista. Una reacción lógica, coherente y razonable, porque quien se dedica a la información no puede callar sin más ante una falsedad, ni mirar hacia otro lado.
Afirmaba además que por estas cosas no va a guardar silencio por temor a dar visibilidad al infame, y que tampoco va a abandonar la red. Y yo comparto totalmente su postura. Si dejamos que nos echen de esos espacios, al final los coparán los mendaces, los falsarios y los manipuladores y no quedará nadie para contar la verdad. Y no podemos permitirlo. O no deberíamos.
Recuerdo en este punto el momento en que hubo una emigración de usuarios de la red social X -cuánto ha perdido desde que dejó de ser la red del pajarito azul- a otro espacio más amable. Y, aunque respeto la postura, ya dije en su momento que no la comparto. Cerrar los ojos a ciertas realidades no hace que dejen de existir. Y si dejamos el camino libre a los canallas, acabarán colonizando todos los espacios.
He de reconocer que, cuando oía la entrevista, me sentía muy identificada con el protagonista. Por desgracia, también yo he sufrido las acciones de villanos en las redes y también he entrado en cólera al ver que traspasaban todas las líneas rojas al meterse con mis hijas. Y eso sí que no.
No sé si le llegarán estas palabras ni si le pueden servir de algo, pero, por si acaso, quiero transmitir todo mi apoyo y solidaridad al periodista y, por supuesto, a su hijo.
Y quiero también darle las gracias por su decisión de contestar explicando las verdades del barquero y por la de no abandonar las redes, por más que sea lo que en ocasiones nos pide el cuerpo.
Si dejamos a los malos solos con el juguete, los buenos nunca podrán recuperarlo y solo será una voz la que se oiga, la de quienes no deberían tener ni público ni crédito. Y el juguete es demasiado importante como para darlo por perdido.
Si me lees, Xabier Fortes, mucho ánimo y todo mi apoyo. Recuerda que, como dice una buena amiga, la verdad solo tiene un camino. Aunque a veces cueste encontrarlo.