Acabamos de vivir una semana terrible para la cultura de nuestro país. De un plumazo, nos han dejado tres de esas personas que de alguna manera formaba parte de nuestras vidas. Y por eso sus muertes nos impactan, sobre todo cuando son prematuras, inesperada o ambas cosas a un tiempo.
Empezábamos la semana con la noticia del fallecimiento de Verónica Echegui. Tan joven, tan llena de vida que confieso que comprobé la información en varios medios de comunicación con la esperanza de que se tratara de uno de esos bulos que, de cuando en cuando, proliferan en redes.
Pero era cierto. Una muerte prematura tras una enfermedad llevada con una discreción y dignidad admirable.
La parca no estaba dispuesta a darnos tregua y en nada conocíamos que nos había dejado Manuel de la Calva, la mitad del Dúo Dinámico y el compositor de muchos éxitos inolvidables, entre ellos el La la la que nos dio nuestro único triunfo eurovisivo en solitario o el Resistiré que fue la banda sonora del confinamiento en la pandemia. De esas personas que, a pesar de sus 88 años y la enfermedad, parecía inmortal.
Y, como también en esto parece que no hay dos sin tres, nos dejaba Eusebio Poncela, ese actor tan presente en series y películas que hubo un momento en que parecía de la familia. Ni tan joven como Verónica ni tan veterano como Manuel, su fallecimiento también nos causaba conmoción. Y es que las personas que viven en sus películas parece que no nos van a dejar nunca.
Conocía a los tres, pero no era una fan rendida de ninguno de ellos. Tal vez porque les respetaba y admiraba su trabajo como respetaba y admiraba el de otros muchos artistas, pero, o por defecto o por exceso ninguno coincidía exactamente con mi generación.
Pero, como el arte no tiene edad, los tres me aportaron cosas y pasaron a formar parte del acervo de mis recuerdos, como de los de todo el mundo en este país. Y me voy a dar el lujo de quedarme con alguno de ellos, aunque seguro de que cada cual tiene los suyos propios.
De Verónica Echegui me quedo con el personaje de Amparo en Los pacientes del doctor García, porque consiguió ser exactamente a Amparo que yo imaginaba mientras leía el libro de Almudena Grandes, otra artista cuya muerte me impactó. Y conseguir eso es un talento que no está al alcance de muchas actrices.
Del Dúo Dinámico me quedo, sin lugar a dudas, con El Final del verano, sobre todo porque es el tema del último capítulo de Verano azul, la serie de mi generación y de todas las generaciones teniendo en cuenta la cantidad de reposiciones que llevamos a cuestas.
Ahora Manolo acompañará a aquel Chanquete cuya muerte tanto en la ficción como en la vida real nos dejó con el corazón encogido.
Por último, de Eusebio Poncela me quedo con Los gozos y las sombras, una serie de los años ochenta, cuando todo el mundo veía las mismas series -no quedaba otra- y servían para conocer grandes obras de la literatura adolescentes que, como yo era entonces, tal vez nunca hubieran
sabido de ellas.
Ninguno de los tres está ya, pero su legado permanecerá para siempre. Los recordaremos cuando en la gala de los premios Goya llegue ese momento emotivo donde se rinde homenaje a quienes nos dejaron ese año, y a partir de ahí, para la eternidad. Porque ese es el privilegio de quienes tienen tanto talento para poder dejarlo aquí, aunque se hayan marchado. Que la tierra les sea leve.