La dimisión de Nuria Enguita como directora del Instituto Valenciano de Arte Moderno era la única salida digna que existía tanto para Anguita como para el IVAM. Lo ocurrido es un fraude de manual. Donó terrenos al miembro más reseñable del jurado que la eligió, Vicent Todolí, algo inconsentible para un cargo público.

Así lo ha interpretado, con acierto, la Generalitat Valenciana, que denunció los hechos ante la Fiscalía solo dos días después de tener conocimiento de los mismos a través de la información revelada por Juan Nieto en EL ESPAÑOL. 

La reacción ha sido impecable, pero la ha empañado la despedida de la protagonista. Los dos comunicados emitidos por Enguita, tanto el lunes para justificar sus donaciones como el miércoles para dimitir, demuestran que carecía de la ética y la estética exigibles a cualquier representante de la administración.

En el momento en el que reconoció la donación de las fincas rústicas a Todolí, estaba escrito su futuro. Su argumento es tan peregrino como que el regalo inmobiliario formó parte de un crowdfunding a la fundación de Todolí en el que participó más gente. Incluso si fuera así, ¿de verdad no fue consciente de la improcedencia de entregar dos fincas a quien le proporcionó su empleo en un supuesto concurso internacional?

Para evitar casos de libro como este se creó la Agencia Valenciana Antifraude. Cualquier cargo público valenciano debería haber escarmentado tras años de corruptelas en nuestros juzgados, y más la directora de un instituto que protagonizó varias causas de corrupción. Una de ellas acabó en condena contra la exdirectora Consuelo Císcar por utilizar el museo para promocionar a su hijo.

"Antisobornos"

Pero es que además la propia Nuria Enguita impulsó en el IVAM un código ético "antisobornos". ¿No le recordó nada de lo que redactó a lo que ella misma había hecho? El documento prohíbe conductas éticamente reprochables que puedan "exponer la reputación del IVAM de forma grave".

Si Francisco Camps debía dimitir por la sospecha de haber recibido trajes de una trama corrupta y el compadreo telefónico con sus cabecillas, si Mónica Oltra debía apartarse por las supuestas maniobras en su conselleria para desacreditar a una víctima de abusos sexuales, con más razón debía dejar el cargo Nuria Enguita. Ella ha reconocido abiertamente la donación, que constituye el posible ilícito penal. Y sea o no punible la dádiva, la inhabilita para continuar en su responsabilidad.

Conviene subrayar además que el caso no versa solo sobre las tierras regaladas a Todolí. El concurso con el que accedió al cargo de directora del IVAM también ha quedado en entredicho. La relación de amistad entre Enguita y Todolí debió inhabilitar al primero para formar parte de ese jurado, en el que fue la única candidata que reunía los requisitos para concurrir. El escrito enviado a Fiscalía por la Conselleria de Cultura advirtió expresamente sobre esta cuestión.

Enguita suplió este miércoles su falta de argumentos con victimismo. "Ante la denuncia formulada por la Generalitat Valenciana y los continuados ataques contra mi persona basados en información falseada, es evidente que no cuento con el apoyo del Gobierno valenciano", manifestó. "No parece casualidad que los malintencionados ataques contra mi persona coincidan con el momento de máxima visibilidad social del museo", agregó.

De "falseada" nada, señora Enguita. Usted misma lo ha confirmado todo. Tampoco son "malintencionados ataques", al menos no por nuestra parte. En los periódicos la información se contrasta y se publica cuando es de relevancia pública. Nos dedicamos a algo tan sencillo y delicado como eso. Y vaya si lo era en este caso. Tanto que ha tenido usted que dimitir al trascender lo que hizo.

Denle las vueltas que quieran. Incidan en que es una conselleria de Vox la que ha llevado a la Fiscalía los trapos sucios de una directiva que llegó con la izquierda. Es mirar el dedo y no la luna. Lo ocurrido fue un fraude y la directora solo podía dimitir.