Rosa Pages (92 años) murió ahogada en su casa pegada al barranco del Poyo, en la localidad de Picanya. Su hijo Miguel Lacueva y su nuera Carmina Gil reciben a EL ESPAÑOL en el recinto de viviendas tuteladas donde residía, ahora cerrado "temporalmente", en la calle Zenobia Camprubí.
Allí no queda ninguna casa en pie. Todo está desierto. Justo al lado, excavadoras y maquinaria pesada acometen obras de reparación del cauce.
Habla Carmina. Ella es la portavoz de la familia. Su marido -hijo de Rosa- prefiere no hacer ninguna declaración. El dolor que siente es realmente profundo. "Es un horror constante recordar la forma en la que falleció", comparte, pues no han podido pasar un duelo "en condiciones".
El centro de Picanya donde antes vivían personas mayores, o en situación de vulnerabilidad, depende de la Conselleria de Bienestar Social. Tal y como aseguran fuentes del departamento a este diario, se realojó a todos los vecinos a la pedanía de La Torre, donde se les proporcionó vivienda permanente "en el mismo régimen de alquiler que tenían".
En palabras de Gil, al tratarse de plantas bajas, el espacio se convirtió en "una ratonera": "Los vecinos eran vulnerables, estaban encerrados, asustados, solos, como mi suegra".
Creen que allí murió, pero todo es una suposición. "Es a la conclusión a la que hemos llegado, por investigación propia", afirma Carmina.
Miguel y Carmina, hijo y nuera de Rosa (92), miran al barranco del Poyo, a la altura de Picanya.
El cuñado de Carmina y su sobrino, vecinos de Benetússer, no pudieron acceder hasta el interior de la casa de la abuela hasta dos o tres días después de aquel 29 de octubre. "Había tanto barro que les era imposible acceder. Cuando pudieron entrar, se dieron cuenta de que el cuerpo no estaba", relata.
La realidad es que no se supo del paradero de Rosa hasta al menos diez días después porque "nadie" informó a sus familiares. "Llamábamos desesperados a la Guardia Civil, al Ayuntamiento de Valencia, a la Generalitat, al 112", señala. Nadie sabía cómo proceder.
Vacío informativo
La única y última comunicación que mantuvieron con ella fue la misma tarde de la riada. La mañana había transcurrido como de costumbre. "Mi suegra salía a comprar si le faltaba algo, aseaba la casa, hacía la comida, quedaba con las vecinas. Imagino que haría vida normal", piensa.
Por la tarde, a través de redes sociales, Miguel y Carmina vieron el puente de Picanya caer y advirtieron a su madre: "La llamamos por teléfono, la escuchamos, pero estaba muy nerviosa, no se le entendía bien, decía 'el agua' y le preguntábamos, '¿Pero dónde estás, Rosa?'"
Por lo que recuerda de su voz, su nuera asegura que se encontraba asustada. "En un momento dado, dejó de hablar y dejamos de oírla. Seguí llamándola, daba señal, pero no me lo cogía. A la tercera vez que descolgué el teléfono ya no daba señal", lamenta.
Rosa Pages García (92 años). Vecina de Picanya. Cedida
Lo único que supieron es que a las 18:30 "le llegaba el agua por las rodillas". Es lo que le transmitió la propia Rosa a su hija: "No vengáis porque corréis peligro". En el intento de rescatar a su madre, la hermana de Miguel, su marido y su sobrino se quedaron atrapados en el puente entre Benetússer y Picanya. Ya no les dejaron acceder.
"Llamamos al 112 sin parar, a la policía de Picanya, a la policía de Paiporta, a cualquier teléfono de emergencias para que nos ayudasen". Nadie pudo.
El único teléfono habilitado para desaparecidos no atendía las llamadas. Después de varios intentos, un operador pidió los datos de su suegra y le comunicó que estuviera atenta a las redes sociales y a la televisión. "Evidentemente me cabreé. ¿Qué tipo de servicio era este?", expresa, con indignación.
La familia se organizó para llamar a todos los hospitales en Valencia. Gracias a la Cruz Roja, pudo conocer los centros donde se estaba llevando a los supervivientes. Rosa, lamentablemente, no estaba.
Recurrieron inmediatamente al ayuntamiento, donde tampoco sabían nada. Entonces, derivaban la gestión a la Generalitat; esta, a su vez, les remitía al teléfono de emergencias 112, y así se enroscaban en el eterno bucle de la incertidumbre.
El cuerpo de Rosa apareció en la morgue instalada en la Ciudad de la Justicia de Valencia aquellos días. Pero para llegar hasta este punto, antes tuvieron que afrontar una odisea. Sin una citación de la Guardia Civil no podrían acceder a más información.
Antes fue necesario aportar muestras de ADN de los hijos. "'Ya les avisaremos'", nos dijeron. A los pocos días recibieron una llamada del juzgado. Rosa había sido identificada. "Ya no nos dieron más información, ni dónde la habían encontrado ni cuándo se la habían llevado allí. Nunca lo sabremos", indica.
Carmina asegura que el caso de su suegra no es aislado: "A más familias les sucedió lo mismo".
Situación "insostenible"
Carmina Gil es, además, vicepresidenta de la Asociación de Víctimas Mortales Dana 29-O. Denuncia que la situación política es actualmente "insostenible", un año después.
La entidad a la que pertenece es una de las más numerosas, y de las últimas en constituirse -en marzo de 2025-. Ronda los 200 integrantes, todos ellos "familiares de víctimas", aunque hay también personas colaboradoras. La junta directiva está compuesta por ocho personas, pero la comunicación con el resto de asociados es "constante y fluida".
Miguel y Carmina, hijo y nuera de Rosa (92), se concentran delante de Les Corts para pedir la dimisión de Mazón, imagen de archivo. Europa Press / Jorge Gil
La nuera de Rosa considera que la gestión de la emergencia ha sido "nefasta" y subraya que los errores comenzaron varios días antes del 29 de octubre: "La Universitat de València cerró; la embajada de Japón avisó a su comunidad; la diputación de Valencia envió a los funcionarios a casa por la mañana. Además, ahora en los brutos que salen cada día se demuestra que sí que tenían esos datos", opina.
"No se puede hacer peor", sostiene. A su juicio, la responsabilidad es "compartida". "Ya no nos centramos en una sola persona, sino en todo un grupo, en un mismo Consell. La gestión autonómica es grupal, donde van todos a uno. Todos son cómplices del desastre".
Para Gil, el primer error que se comete es "ser negacionista del cambio climático y que eso se aplique a las políticas de prevención y protección frente a los desastres". "Cuando le das más importancia al turismo que a la emergencia o a cualquier otra actividad, denota por dónde va a ir todo", critica.
Preguntada sobre si las obras de encauzamiento en el barranco del Poyo hubieran evitado la muerte de su suegra, que vivía pegada a una de sus laderas, a Carmina le gustaría que se "investigara bien": "Es lo primero; saber si se hubiera evitado esto".
Como representante de la asociación, destaca que ha escuchado a ingenieros y técnicos en charlas y eventos en los que ha estado presente la entidad. Por lo tanto, desea que al acabar el proceso penal "se abra un proceso civil para investigar los proyectos que jamás se ejecutaron en la rambla del Poyo".
Miguel y Carmina, hijo y nuera de Rosa (92), en el exterior del recinto de viviendas donde residía su familiar.
"Y si es así, que pague también quien deba. Solo queremos la verdad; la verdad y justicia", sentencia.
Es consciente de que los daños materiales no se podrían haber evitado, pero está convencida de que "una alarma a tiempo habría salvado muchas vidas". "Y no hay duda de que esas vidas tienen que cargar sobre la conciencia de Mazón", añade.
"Humanidad" en Bruselas
Carmina Gil fue una de las portavoces que viajó hasta Bruselas para mantener un encuentro con la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen. También pudieron hablar con la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola.
Las conclusiones que extrae de aquella reunión es que "la política en general no es mala". Allí se reunieron con todo tipo de partidos y representantes políticos, incluido González Pons (PP), quienes les ofrecieron recursos a España e iban a estar pendientes de que "llegaran a donde tenían que ir".
Solo Vox, según apunta, no acudió al encuentro, aunque precisa que, de haber sido convocados por este partido, igualmente se habrían reunido.
Carmina (de espalda) saluda a González Pons en la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo, imagen de archivo. Efe / Olatz Castrillo
"En Bruselas nos arroparon todos. Lo que es humano es humano y lo que es político es político; y esto no se trata de política, sino de humanidad", asevera. "Por lo tanto, nuestra protesta no va contra un partido político, sino contra una persona y un grupo que no han sabido estar a la altura. Tienen que reconocerlo y tienen que pagar por ello".
Sobre su reunión con Pedro Sánchez fue "cordial", según relata. Se produjo en un contexto en el que las asociaciones pudieron trasladar sus peticiones al Ejecutivo central. Una de ellas es especialmente significativa por cumplirse el aniversario de la barrancada: la celebración del funeral de Estado.
Este miércoles 29 de octubre de 2025 se cumplirá el homenaje institucional prometido en recuerdo de los 229 fallecidos en Valencia.
En este momento aprovecha para criticar la ceremonia religiosa celebrada el pasado diciembre en la que "ni siquiera se invitó a a todos los familiares", reprocha: "Aquel día no se nombró el nombre de ninguna víctima. Se dieronun baño de prensa y de televisión a costa del sufrimiento de las familias".
Y de Mazón no quiere casi ni hablar. "Se nos ha vetado a la comisión de investigación de Les Corts desde un principio, y lo único que hace es abrir esa comisión a todos los damnificados. Puede haber miles. No es lo mismo que víctimas. Es un intento de diluirnos en la nada. Cuando se le ha querido dar un un voto, ha seguido intentando reírse de nosotros".
También pide "con todas las fuerzas" que se les escuche y, por respeto y decencia, no acuda al funeral.
