Con tan solo 22 años, Andrea Burriel dejó su vida en Barcelona para mudarse a un pueblo de "la España vaciada", al lugar donde veraneaba desde la infancia. En la ciudad no era feliz, no se sentía bien ni era su lugar.
Cinco años más tarde, la que fue una decisión un tanto arriesgada sigue siendo una realidad. Así lo contó en el magazín vespertino A la fresca, de À Punt.
Actualmente tiene tres cabras, llamadas Concha, Marisa y Vicenta (guiño a Aquí no hay quien viva), dos caballos y tres gallinas y, rodeada de sus animales, es feliz. "El lugar donde podía ser libre".
Desde ya hace cinco años, concretamente después de la pandemia, se trasladó hasta Villores, el pueblo de su abuela, un pequeño municipio situado al norte y tierra adentro de la provincia de Castellón.
Está situado en la vertiente de una montaña, cerca del río Bergantes, que limita con los municipios de Forcall y Ortells, y apenas cuenta con 40 habitantes durante todo el año. Pero a eso Andrea no le importa. De hecho, prefiere conocer a los vecinos y saludarles cada mañana. Es lo que le llena.
A Andrea, además, se le podría considerar una verdadera agroinfluencer, ya que cuenta su día a día en la granja; a veces subida desde el tractor. Pero en redes crea contenido desde hace apenas cuatro meses, y no le ha ido nada mal. Roza los 30.000 seguidores en Instagram y los 20.000 en Tiktok.
Lo que quiere ahora crear una comunidad virtual, hacer crecer su granja y evolucionar en el mundo rural, como probar a hacer leche y queso. "Todo es intentarlo", dijo en la entrevista concedida a la televisión valenciana.
"Mi objetivo era luchar contra el despoblamiento enseñando lo que realmente es vivir en un pueblo, y mostrar que hay muchas oportunidades. Dentro del pueblo las hay. Ahora que estamos conectados se puede hacer de todo", afirma.
Lo que más le costó fue independizarse. La joven, que ahora tiene 27 años, quería encontrar un piso para acomodarse y que no fuera la residencia familiar. "Me costó mucho encontrar una vivienda con una buena relación calidad/precio y que se adecuara a mi", cuenta. Pero finalmente pudo conseguirlo.
Ahora, inspira a otros jóvenes a salir de su zona de confort y vivir una vida plena. Ella encontró su nido, con sus animales, y un lugar en el que siente paz.
Además de dedicarse a la granja, Burriel trabaja en una tienda de cosmética natural. "No llevo una vida monótona, como muchos podrían creer", asegura.
En el programa, asevera que uno de los cambios más significativos de vivir en Villores es el estrés, que ya casi ni existe: "En Barcelona corría para coger un metro. Aquí voy con calma, no hay tantos estímulos, hay más tiempo para ser introspectivo contigo mismo y con la gente que quieres".
"Gano en tranquilidad y en amor", insiste. Su idea, en un futuro, es jubilarse en Villores, seguir aprendiendo y vivir allí toda su vida. Y aunque sabe que es la única joven que reside durante todo el año en el pueblo, lo agradece. Para ella, la gente del pueblo es como su familia. Es su forma de vida.
A Andrea, asimismo, le gustaría ser ejemplo para aquellos jóvenes indecisos que no saben qué hacer. Aconseja que arriesguen y busquen la felicidad en el sitio que deseen.
Villores
Enmarcado dentro del paisaje de relieve abrupto que caracteriza la comarca de Els Ports, el municipio se encuentra a una altura de 748 metros y tiene un clima continental, con inviernos fríos y veranos calurosos.
Para llegar, se debe cruzar el río Bergantes por un largo puente de 119 metros, construido el año 1925.
En tiempo de los iberos esta amplia zona fue ocupada por la antigua tribu de los ilercavones, que controlaba el tramo final del río Ebro, y que alcanzaba parte de las actuales provincias de Tarragona, Lérida, Teruel y Castellón.
En el año 1233 el territorio fue conquistado por el noble aragonés Blasco de Alagón, que actuaba al servicio de Jaime I.
Históricamente formó parte del término general de Morella, aunque nunca fue una de las denominadas aldeas de Morella, porque era un señorío laico.
Según Viciana, Blasco de Alagón, en abril de 1233, hizo donación del lugar al monasterio de monjas de Sigena.
En el siglo XVI, Francisco Juan Ciurana era señor de Villores y de Todolella, mientras que la jurisdicción criminal pertenecía a la villa de Morella. En 1806 poseía su señorío, al lado del de Todolella, Francisco Vidal y Roca.
Como casi todas las poblaciones del Maestrazgo, tomó parte activa en las guerras carlistas. El marqués de Villores tenía su palacio en el actual edificio del Ayuntamiento, y era propietario de múltiples tierras.
Los primeros habitantes fueron moros y, a partir de entonces, la ganadería se convirtió en fuente principal de riqueza.
