Según la Fundación Española de la Tartamudez, en España hay 467.000 personas que tartamudean y en el mundo son unos 72 millones los que conviven con este trastorno del habla que les supone una gran barrera a la hora de relacionarse. No obstante, si pensábamos que estaba normalizada y que los chistes de tartamudos habían quedado enterrados con las cintas de casete de Arévalo, esta historia nos viene a recordar que la diversidad todavía es motivo de mofa para algunos.

Su protagonista es Sergio Ayllón, un joven murciano que tartamudea y trabaja en un negocio de cara al público. Él ha explicado en primera persona, indignado, en su cuenta de Twitter que "soy un tío fuerte mentalmente", pero ha ocurrido algo que "me ha tocado bastante". De hecho, afirma que tartamudea desde la época del instituto y "hace ya unos cuantos años que no me sentía como me siento hoy"

Ha relatado lo que le sucedió en su puesto de trabajo, donde un cliente se le acercó para preguntarle unas dudas sobre un producto. Sergio acercó al hombre al pasillo para explicarle la oferta pertinente y resolverle las cuestiones, pero parece que su amabilidad no estaba siendo valorada: "Lo escucho decir 'con la prisa que tengo y le he tenido que preguntar al tartamudo'. La impotencia y la rabia que he sentido en ese momento ha sido increíble".

Sergio ha confesado que "me ha dejado sin palabras" y que su única reacción ha sido irse de allí: "A los cinco minutos, cuando lo he podido procesar, he ido a buscarlo para decirle unpar de cosas pero se había ido". El pobre había sufrido algo muy común, lo que Diderot llamó el ingenio de la escalera y se refiere al acto de pensar una respuesta ingeniosa cuando ya es demasiado tarde para darla. No obstante, ha podido ejercer su derecho a réplica desde Twitter, donde ha encontrado cientos de mensajes de apoyo como estos:

La Fundación Española de la Tartamudez ofrece consejos en su web para hablar con personas que tartamudean y nos recomiendan respeto para empezar, que las tratemos exactamente igual que al resto, que evitemos comentarios como "habla más despacio" o "no te pongas nervioso", que no ayudemos a completar sus frases, que mantengamos el contacto visual con ellos y no nos avergoncemos o burlemos, que hablemos con tranquilidad y que intentemos transmitirle que lo importante es lo que dice y no cómo lo dice.

Noticias relacionadas