Que los españoles de menos de 40 años no sean capaces de independizarse, encontrar un trabajo con una remuneración acorde a su preparación y que reclamen sus derechos laborales no debería ser la distopía que está siendo para una inmensa mayoría. La pasada semana hablábamos en la La Jungla de la joven andaluza con una preparación envidiable que no encontraba ni una empresa donde hacer prácticas y ahora os traemos a un catedrático que cree que son unos vagos, infantiles y están poco formados.

El genio se llama Benito Arruñada y está en el departamento de Economía y Empresa de la universidad pública Pompeu Fabra de Barcelona. El profesor compartía y analizaba estos días un artículo en El País titulado Vivir para trabajar: el bucle agotador de consultoras, grandes despachos y bancos de inversión. En el texto se recogían las experiencia de empleados y exempleados de estas compañías que "describen jornadas de trabajo maratonianas en medio de un enorme estrés". 

En el artículo del El País contaban incluso con el testimonio de la presidenta del Instituto de Salud Mental de la Abogacía, Paula Fernández-Ochoa, afirmando que sufren consecuencias como "estrés, ansiedad, adicciones, bajas por depresión y absentismo, lo que merma la productividad" y alertando de que, o se cambia el modelo, "o perderemos a los más válidos, que tienen otras alternativas".

Un tema de "inmadurez personal"

Sin embargo, al bueno de Arruñada esta realidad le parece una pamplina y desde su sesudo análisis en su cuenta de Twitter sobre el tema se mofa abiertamente del enfoque y los testimonios, minimizando el problema y afirmando cosas como que los jóvenes están "mal formados y peor educados", que tienen muchos títulos pero son "redundantes" y reflejan una "inmadurez personal", y que "se creen muy buenos y que el empleador potencial es tonto".

No obstante, en el juicio que más ampollas ha levantado de todos los que ha escrito defiende que los jóvenes son "niños a los 35 años", que están "poco formados y sin carácter", que la mayoría "no rinde la mitad de lo que gana" y que "pretenden trabajar como niños, pero cobrar como socios", ha escrito:

La contundente reacción de esos jóvenes vagos con grandes ambiciones y pocas ganas de esforzarse no tardó en llegar para explicarle a este señor un par de cuestiones y, de paso, dejar el irónico testimonio de que quizás sea un catedrático, pero todavía "no sabe encender el proyector":

Miles de reacciones que, si tiene voluntad, al catedrático le pueden servir para poner los pies en la tierra.

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