Llevar en Internet desde mucho antes de que se popularizase ha conseguido que casi ni me extrañe de las más oscuras locuras y perversiones. Está claro, si algo existe seguro que en Internet tiene su sitio y su foro donde encontrar a otras personas que comparten esos escondidos gustos. Y el fetichismo es ampliamente poderoso en Internet: resulta posible encontrar cualquier tipo de objeto, esté relacionado o no con el terreno sexual.

Quizá el fetichismo esté rodeado de un aura de tabú, pero, dado que en Internet todos nos creemos anónimos por más que en realidad no lo seamos, basta con hacer un par de búsquedas para toparnos con toneladas de información relacionadas con la pasión sexual hacia determinados objetos. Incluso con portales que se dedican a la compraventa de estos objetos, como es el caso de Panty.com.

Hace un par de meses escribí un artículo sobre las máquinas de vending más extrañas que pueden encontrarse en Japón. Una de las más clásicas es la máquina que distribuye bragas usadas: por más que actualmente sea ilegal ya que el Gobierno Japonés decretó su prohibición para proteger a los menores, aún colea en Internet la idea de que en el país nipón basta con echar unas monedas en la máquina para recibir a cambio la ropa interior que una mujer ha llevado cierto tiempo adherida a su sexualidad. Tras escribir este artículo contactó conmigo la encargada de marketing de Panty.com para contarme que su empresa se parecía bastante a la mítica máquina de vending japonesa. Y mi cerebro entró en shock: ¿hay una página en España donde pueden comprarse bragas usadas y no la conocía?

Navegar, comprar, recibir por correo, oler...

Como decía, el fetichismo es un tabú tan arraigado que muy pocos confesarán sus pasiones. Todo pese a que, en cierta medida, cada uno somos un poco fetichistas. ¿Quién no se ha visto tentado de quedarse con la prenda de alguna pareja? ¿Quién no ha aspirado el olor que otra persona dejó en una camiseta, en un jersey, en su ropa interior? Estamos unidos a los recuerdos por sus olores, por pedazos de prendas que, debido a que pertenecen a la más estricta intimidad, alcanzan un valor incalculable para otra persona. Bueno, incalculable no: desde unos 15/20 euros puedes comprar unas bragas usadas.

¿En qué consiste Panty.com? Es una comunidad de intercambio donde las vendedoras ponen precio a las fantasías de los hombres y estos pagan en virtud de las prendas íntimas que reciben a cambio. ¿Solo vendedoras y compradores? Exclusivamente no, pero sí es mayoritario: como me confirmó Elsa Angulo, responsable de marketing de Panty.com, su página se centra de momento en los perfiles de vendedora y comprador; por más que sí haya mujeres que deseen comprar ropa interior masculina y, sobre todo, hombres que comprarían calzoncillos usados de otros hombres.

Bragas usadas listas para su envío Swingershy

Encontrar que hay personas que venden ropa interior usada, y que existe un amplio mercado para ello, suele crear un cortocircuito en las mentes más puritanas. Incluso a mí me costó adentrarme por la comunidad de Panty.com, no alcanzaba a entender por qué alguien pagaría por las bragas de una persona que no conoce. Las mujeres de la página son muy atractivas, posan de manera provocativa y enseñando las prendas que tienen en venta en un intento de que los hombres las adquieran para su colección. Como me contaron algunas de ellas, y pude comprobar en primera persona tras hacerme una cuenta, el negocio es sumamente lucrativo. Quizá no tanto como para ganarse la vida solo con el fetichismo, pero sí supone un buen pellizco.

El comprador no es un hombre pasivo que solo tiene el rol de pagar y disfrutar por lo que ha comprado, también posee capacidad de decisión para elegir las condiciones de la prenda. Por ejemplo, puede pedirle a la chica que lleve varios días sus bragas, también que las mantenga mientras tiene relaciones sexuales con su pareja. Como me confesó una de las vendedoras a las que entrevisté, Swingershy, las peticiones pueden llegar a ser sórdidas. "Tampones del periodo, pipí en bote, sudor después de hacer el ejercicio, esperma de mi chico después de tener relaciones sexuales conmigo...". Al lado de las extrañas peticiones que ha recibido Swingershy lo de las bragas usadas es casi de Walt Disney.

El fetichismo no solo es un negocio, también es una experiencia sexual más

Pese a que la venta de ropa interior parezca un negocio sexual lo cierto es que va mucho más allá del simple comercio. Como me comentó Elsa, y corroboraron las chicas con las que hablé, el intercambio es una manera más de experimentar sexualmente. Y es que no solo existe una transacción (que no se produce en la página, son las chicas las que establecen los métodos de pago), también se establece una relación entre el comprador y la vendedora: él cuenta sus fantasías, qué es lo que va a hacer con las prendas, cómo le gustaría que fuesen; ella siente el morbo y la excitación de cumplir las expectativas ajenas. "Es un juego más", me comentaba Elsa.

El fetichismo suele llevarse escondido, también la faceta de vendedora de ropa íntima usada. Los perfiles aparecen con el rostro cubierto y las chicas suelen ocultar lo que hacen a los demás. Por lo general pocas personas de su entorno saben a lo que se dedican, al menos en la intimidad. Y la venta de prendas íntimas suele complementar los ingresos de un trabajo más o menos corriente.

El fetichismo permite explorar otras facetas del deseo sexual. No solo eso: como decía Swingershy, "es una manera de hacerme sentir sensual más que de explorar, me da morbo satisfacer las fantasías de muchos chicos, que me cuenten sus fantasías y que me digan lo que hacen con las cosas que les envío".

Más allá de las bragas usadas: zapatillas de deporte, calcetines...

Swingershy

Panty.com trajo a Europa una manera cómoda, segura y centralizada de que el fetichismo tuviese su lugar y que este fuera accesible. Existen muchos foros y sitios de intercambio, pero pocos son que garantizan los perfiles, ofrecen herramientas de verificación y poseen un chat interno para que las partes se comuniquen. Estas son las claves de la página, como me aseguró Elsa Angulo: dado que lo que se adquiere está sujeto a la credibilidad de quien lo ofrece, comprar las bragas usadas de una chica verificada son la garantía de que la prenda perteneció realmente a esa chica.

Todas las transacciones tienen lugar fuera de la página y siempre por los medios que la vendedora estima oportunos. PayPal, listas de deseos de Amazon, ingreso bancario... Panty.com no se queda porcentaje alguno de dichas transacciones, pero posee una forma de monetización que le garantiza su supervivencia como empresa: ofrecen un servicio Premium con más ventajas para las vendedoras que lo contratan. De esta manera tienen más garantías de vender sus artículos, todo por un precio que ronda los 16 euros al mes.

Si bien la base de la página es la compraventa de bragas usadas, este no es el único artículo que las vendedoras distribuyen. También disponen de fotografías eróticas, vídeos, calcetines, zapatillas... y hasta juguetes sexuales. El morbo del fetichismo no tiene límites: mientras alguien esté dispuesto a comprarlo siempre habrá otra persona que desee venderlo. No solo no hace daño a nadie, también supone un extra de morbo y de sexualidad para las personas implicadas.