Durante toda la historia de la humanidad la Luna ha sido una fuente de misterios, historias y conspiraciones. El satélite dejó de ser tan misterioso cuando el 20 de julio de 1969 el Apolo 11 se posó sobre él y nadie fue a recibirles. Hay quien insiste que que todo aquel viaje fue una farsa y que se lo rodó Stanley Kubrick. Obviamente Kubrick no estuvo en la Luna haciendo repetir tomas a Armstrong y Aldrin, pero eso no quiere decir que no haya habido farsas sobre la Luna. Y la más importante fue en 1835.

The Sun era un diario neoyorkino -que no debe ser confundido con el diario británico- publicó su primer número el 3 de septiembre de 1833, dedicando sus primeros años básicamente a hablar sobre sucesos, asesinatos y cotilleos. Pero el 21 de agosto de 1835 se lanzó a por un nuevo contenido. Ese día se anunció que publicarían una serie de artículos, según explicaban estos habían sido publicados por el Edimburgh Courant. Las seis piezas que comenzarían a publicar el día 25 llegaría a valerles una polémica con el mismísimo Edgar Allan Poe y que con los años pasaría a ser conocida como "la gran farsa de la Luna".

Un mundo fabuloso

Hombres Murcielago

“Grandes descubrimientos astronómicos realizados recientemente por Sir John Herschel en el Cabo de Buena Esperanza [del suplemento del Diario Científico de Edimburgo]” era el titular de la serie. John Herschel era uno de los científicos más relevantes del momento, e hijo de Wiliam Herschel, descubridor de Urano y de la radiación infrarroja. Inglés de origen, viajó a Sudáfrica y en 1834 montó un telescopio privado de seis metros y medio cerca de Ciudad del Cabo, con el que hizo diversas observaciones, como por ejemplo el cometa Halley. 

El artículo describía las fabulosas visiones que había tenido al observar la Luna con este milagroso telescopio, y lo que había descubierto era un mundo que podía rivalizar con cualquier planeta de Flash Gordon.

“En esta pieza inusual para nuestro diario tenemos la alegría de dar a conocer al público británico, y así a todo el mundo civilizado, los recientes descubrimientos en astronomía que construirán un monumento imperecedero al mundo en el que vivimos y que concederán a la presente generación una orgullosa distinción en todo el tiempo futuro”, comenzaba el artículo. Ese día poco más se hizo a parte de describir el fabuloso telescopio de hidro-oxígeno que permitía ver los cuerpos celestes con una claridad inaudita.

El segundo día la cosa se puso más interesante, describiendo las formaciones cristalinas, las plantas descubiertas, y sobre todo las manadas de animales similares a bisontes y unas extrañas criaturas esféricas anfibias. El tercer día se subió la apuesta: además de nuevos animales se describió la que sería la primera vida inteligente de la Luna: unos “castores bípedos” que llevaban a sus hijas en brazos y vivían en unas cabañas “mejor construidas que las de muchas tribus humanas.

Batman y el templo misterioso

Pero fue el tercer día cuando The Sun sacó las armas grandes: los vespertilio-homo o hombres murciélago, como los había bautizado Herschel (según ellos, claro). Eran unas criaturas que habían descubierto en una zona llamada el Coliseo de Rubí, un anillo de colinas. “Su cuerpo, excepto la cara, está cubierto de un lustroso pelo de color cobre, y cuentan con unas alas compuestas de una fina membrana sin pelo. Sus caras, de color amarillento, eran una leve mejora sobre la de un gran orangután”. Las criaturas parecían ser racionales y mantener intensas conversaciones. Aunque no parecían ir a encajar bien con los terrestres, ya que entre sus entretenimientos se cuenta tener sexo en público.

Siendo difícil seguir la escalada tras revelar la existencia de criaturas inteligentes, el autor de las piezas se sacó de la manga un recurso digno de Perdidos: un templo misterioso. Un pilar triangular de zafiro coronado por un material dorado en forma de esfera en llamas. “¿Los creadores de este templo querían reflejar una calamidad ocurrida en su mundo o predecían una en el nuestro?”, se preguntaban en el artículo. También se describió una subespecie, aparentemente más refinada que hombres murciélago, más altos, limpios y organizados.

El sexto y último día, se narró el final de las observaciones. Explicaban que Herschel se dejó el telescopio, por error, en una posición que hizo que captara los rayos del sol que, ampliados por la lente de hidro-oxígeno, incendiaron una de las paredes del laboratorio. Cuando lograron repararlo, la Luna ya no estaba en una posición observable.

La reacción de Herschel

John Herschel

Sobra decir que John Herschel no solo nunca vio tales criaturas a través de su telescopio, sino que nunca escribió nada parecido. Fue todo un invento del The Sun. A finales de año recibió una copia de la historia y su primera reacción fue de divertimento, llegando a asegurar que cuando publicase su trabajo real la gente se aburriría. Con el tiempo, la cosa le dejó de hacer tanta gracia, y años después en una carta a su tía Carolyn confesaría que se habían mofado de él “en inglés, francés, italiano y alemán por esa ridícula farsa de la luna”.

Es difícil de saber el impacto que tuvo la publicación. Willy Ley escribió en Watchers of the Skies en 1963 que la tirada de The Sun pasó de 8000 a 19.300 copias, pero es difícil de probar. The Sun aseguró el cuarto día de publicación que había alcanzado esa cifra. Pero el diario tenía cierta tendencia a exagerar. De hecho, dos semanas antes había asegurado tener un alcance de 26.000 copias, con lo que según ellos habrían bajado.

Pero el éxito de la historia fue indudable, ya que en los días siguientes todos los diarios habían republicado la historia, sin que el The Sun pudiese hacer mucho ya que ellos mismos decía que ellos habían republicado.

Polémica con Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe

En un primer momento buena parte del público creyó aquella historia, al fin y al cabo estamos hablando de 1835. Aunque con el tiempo se fue desmintiendo. Al que no le sentó muy bien el éxito fue a Edgar Allan Poe. El autor de Boston había escrito apenas un mes antes una historia en el Southern Literary Messenger, La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall, en la que relataba la historia de un holandés que había construido un globo aeroestático que, por accidente, le había llevado a la Luna. Poe aseguró que The Sun le había plagiado.

¿Quién fue el autor de la farsa? Se le ha atribuído a Richard Adams Locke un reportero de The Sun que al parecer confesó haberlo escrito mientras estaba borracho -algo que ocurría con cierta asiduidad-. Sus intenciones posiblemente serían dobles: por un lado crear una historia sensacionalista que disparase las ventas del diario y hacer una parodia de muchas teorías científicas del momento como las de Franz von Gruithuisen, quien aseguraba haber observado vida en Luna o las de Thomas Dick, quien aseguraba que el sistema solar contaba con 21.000 billones de habitantes, cuyos textos eran muy populares en el momento.

Locke, por cierto, era el editor de Southern Literary Messenger cuando Poe publicó la historia del globo.