A principios de agosto de 1941 dos soldados rumanos que luchaban junto al ejército alemán patrullaban cerca de Belyayevka, una localidad rusa cerca de Odessa, actual Ucrania. Dos balas los mataron sin que nunca supieran de dónde venían. Las dos balas habían salido de un rifle Tokarev SVT-40 semiautomático situado a unos 400 metros. Eran las dos primeras víctimas de Lyudmila Pavlichenko, una joven de 25 que al acabar la guerra se habría ganado el sobrenombre con un currículum de 309 nazis abatidos.

Lyudmila nació el 12 de julio de 1916 en Bila Tserkva, hoy en Ucrania pero entonces parte del Imperio Ruso. Cuando tenía 14 años su familia se mudó a Kiev. Allí coincidió con un vecino que solía fardar de su puntería. Siendo ella un animal competitivo, se unió a un club de tiro de DOSAAF, una sociedad paramilitar cuyo nombre significa “Sociedad voluntaria de ayuda al ejército, fuerza aérea y marina”, donde ya comenzó a destacar como tiradora amateur. Con solo 16 años se casó con estudiante de medicina Alexei Pavlichenko con quien tendría un hijo ese mismo año. No tardaron en divorciarse, aunque la fecha de separación no se conoce. En aquella época combinaba sus prácticas de tiro con su trabajo en una fábrica de armas y sus estudios de historia.

El terror de los nazis

El domingo 22 de junio de 1941 la guerra, la historia mundial y la vida de Lyudmila darían un giro radical. 4 millones de soldados del ejército alemán y sus aliados, 4400 tanques y 4000 aviones comenzaron la Operación Barbarroja sobre las 3:15 de la madrugada. La invasión nazi había comenzado y Lyudmila sintió la llamada del deber. Dejó la universidad y se presentó como voluntaria a la 25ª División de Infantería del Ejército Rojo. Claro que había un problema para lo que ella pretendía -básicamente, matar nazis-: era una mujer.

En un primer momento se le ofreció servir como enfermera, pero ella se negó de plano. Finalmente, tras una discusión con el registrador, logró ser aceptada como francotiradora gracias a su entrenamiento. Entonces se encontró con un segundo problema: la invasión alemana había pillado Stalin desprevenido, confiado en que Hitler no estaría tan loco como para iniciar una guerra de dos frentes y no había armas suficientes para todos.

Por ello, sus primeras semanas en el frente consistieron en poco más que cavar trincheras y todo el armamento del que disponía era una granada de mano, algo que describió en sus memorias como terriblemente frustrante. Todo cambió cuando una esquirla de metralla hirió a un compañero. Incapaz de seguir usando el rifle, se lo dio. Lady Muerte había nacido.

No fue ni mucho menos la única mujer en servir como francotiradora soviética en la II Guerra Mundial, cerca de 2000 mujeres lo hicieron y unas 500 sobrevivieron a la contienda. Con 309 bajas confirmadas, fue la más efectiva.

Fue ascendida a sargento y luego a teniente. Unidades de reconocimiento, oficiales y al menos 36 francotiradores enemigos cayeron ante su mira telescópica. Ni el fuego de mortero enemigo ni diferentes heridas le frenaban. Su mito comenzó a extenderse entre el enemigo, hasta tal punto que le ofrecieron desertar y unirse al ejército nazi, algo que ella rechazó de plano. 

Lyudmila Pavlichenko: de francotiradora a arma propagandística

Tras participar en la batalla de Odesa  y en el sitio de Sebastopol, en junio de 1942 fue alcanzada por metralla de mortero en la cara e hizo que se decidiera retirarla del frente. Primero se le puso a entrenar a nuevos tiradores, pero pronto se le dio un nuevo rol: la propaganda. Ese mismo año fue enviada a Estados Unidos para reunir apoyo para el envío de más tropas a Europa. Fue recibida en la Casa Blanca. Por Franklin D. Roosevelt, convirtiéndose en la primera ciudadana soviética en ser recibida por el presidente de EEUU. Participó en una gira por el país invitada por la primera dama Eleanor Roosevelt, con quien desarrolló una peculiar amistad.

Liudmila Pavlichenko junto a Eleanor Roosevelt y el juez de la Corte Suprema Robert jackson.

Tuvo que soportar que los periodistas criticasen su falda -demasiado larga para el gusto americano, parece ser- o que comentasen que el uniforme -que lucía las medallas de la Orden de Lenin y de Héroe de la Unión Soviética, las dos máximas distinciones otorgadas en la URSS- le hacía parecer más gorda. Incluso le llegaron a preguntar si se ponía pólvora en el esmalte de uñas.

Tras pasar por Canadá y Reino Unido, volvió a la Unión Soviética, donde siguió entrenando reclutas, alcanzando el grado de mayor y recibiendo el tratamiento de heroína, contando incluso con una serie de sellos en su honor. 

Tras la guerra, terminó la carrera y trabajó como historiadora para la Marina. Pero los efectos secundarios de ser un héroe de guerra no son fáciles, y tuvo que lidiar con las secuelas a largo plazo de las heridas y los recuerdos de lo vivido, incluyendo la muerte entre sus brazos de una pareja romántica, lo que le llevó al alcoholismo. En 1957, durante una visita de Eleanor Roosevelt a la URSS, la exprimera dama la visitó en su apartamento en Moscú.

Dudas sobre la historia de Lady Muerte

Existen algunas dudas sobre la veracidad de muchos detalles de su historia, empezando por el número de víctimas, que algunos historiadores consideran exagerados. Por ejemplo, en sus memorias asegura que su víctima 300 la abatió el día de su cumpleaños, el 12 de julio de 1942 en Sebastopol. Sin embargo, la ciudad cayó en manos nazis el 3 de ese mes. 

Otro aspecto que menciona en sus memorias y que parece poco probable es que aseguró que, tras rechazar la oferta nazi, le amenazaron en despedazarla en 309 trozos, uno por cada víctima. Es extremadamente difícil que los alemanes conocieran con tanto detalle sus números. Además, explica que uno de sus rituales tras acabar con un francotirador enemigo era acercarse y recoger su fusil y sus documentación. Algo extremadamente peligroso y que va en contra de la naturaleza de los francotiradores.

Tampoco cuadra con el periodo en el que ella luchó las descripciones que hace de algunas unidades alemanas que los nazis enviaron contra ella, en un momento en el que los francotiradores del Reich solían actuar en solitario. Otro aspecto que levanta muchas dudas es que durante su gira en EEUU, Canadá y Reino Unido rechazó repetidamente realizar demostraciones de tiro, dejando la tarea para su acompañante.

Enterrada entre leyendas

Lady Muerte visitó a Lady Muerte el 10 de octubre de 1974, cuando tenía 58 años de edad y fue enterrada en el Cementerio Novodévichi de Moscú, donde también descansan los restos de personalidades como el director de cine Serguéi Eisenstein, o los presidentes de la URSS Nikolái Bulganin y Nikita Kruschev, el premio Nobel de Física Lev Landau o la esposa de Stalin Nadezhda Aliúyeva.

Y todo por demostrar a un chiquillo que una niña podía disparar tan bien como un chico.