El 27 de noviembre se celebra en nuestro país el Día del Maestro, una fecha señalada en el calendario para reconocer el trabajo de los profesores, imprescindible a la hora de forjar nuestro carácter desde niños y ayudarnos a ser el mejor adulto posible. A nivel mundial, la ONU promueve el Día Internacional del Profesor cada 5 de octubre, pero en España hemos preferido honrar en esta fecha la figura de San José de Calasanz, un sacerdote y pedagogo que puso la semilla de la educación moderna allá por el siglo XVII con sus escuelas Pías.

Lo más probable es que te hayas encontrado durante este día con una carta compartida masivamente por los docentes en sus redes sociales. Se trata de la misiva que el escritor y filósofo existencialista, Albert Camus, dedicó a su profesor, Louis Germain, después de ganar el Premio Nobel de Literatura en 1957. El gran literato supo reconocer la huella de su maestro en aquel reconocimiento, el mayor honor que un escritor puede recibir por su carrera.

Más que un profesor, el señor Germain motivó al pequeño Albert para seguir con sus estudios a pesar de haber nacido en el seno de una familia humilde en la Argelia francesa. Llegó incluso a convencer a su familia, contraria a que Camus no se dedicase al comercio local. De madre analfabeta y prácticamente sordomuda, no había conocido casi a su padre, que murió en la Primera Guerra Mundial.

Por eso, la confianza que Germain puso en él le ayudó a seguir avanzando, a no conformarse, a ser rebelde y a decir no:

Tres años después Camus fallecería en un fatídico accidente de coche el 4 de enero. Sin embargo, la respuesta de su maestro llegó a tiempo y está incluída en el libro El primer hombre, su obra autobiográfica y póstuma.

"Mi pequeño Albert: He recibido, enviado por ti, el libro Camus, que ha tenido a bien dedicarme su autor, el señor J.-Cl. Brisville. Soy incapaz de expresar la alegría que me has dado con la gentileza de tu gesto ni sé cómo agradecértelo. Si fuera posible, abrazaría muy fuerte al mocetón en que te has convertido y que seguirá siendo para mí 'mi pequeño Camus'.

[...]

Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene en germen al hombre que llegará a ser. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. Tu cara expresaba optimismo.

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Antes de terminar, quiero decirte cuánto me hacen sufrir, como maestro laico que soy, los proyectos amenazadores que se urden contra nuestra escuela. Creo haber respetado, durante toda mi carrera, lo más sagrado que hay en el niño: el derecho a buscar la verdad. Os he amado a todos y creo haber hecho todo lo posible por no manifestar mis ideas y no pesar sobre vuestras jóvenes inteligencias.

[...]

Recuerda que, aunque no escriba, pienso con frecuencia en todos vosotros. Mi señora y yo os abrazamos fuertemente a los cuatro. Afectuosamente vuestro".