Cuando hay un personaje con ideas extremas en la política, que se mueve en los márgenes del sistema, siempre existe un debate en el periodismo. ¿Hay que dejarlos en evidencia para exponer hasta qué punto pueden llegar a ser ridículos algunos de los personajes a los que votamos o los ignoramos para no darles visibilidad? En Estados Unidos muchos medios se arrepintieron -CNN incluida- de haberle dado demasiado tiempo a Trump porque sus exabruptos daban audiencia sin darse cuenta de que estaban colaborando en la creación de un monstruo.

Jair Bolsonaro ha ganado las elecciones de Brasil con un discurso que inquieta a muchos, nacionalista, con una postura frente a la inmigración que roza la xenofobia (o metiéndose de pleno en ella en demasiadas ocasiones), y abiertamente homófobo. 

Durante años, Bolsonaro ha sido el saco de las bromas de Custe o Que Custar, la edición brasileña de Caiga quien caiga. Su objetivo no era otro que ridicudizarlo a él y ponerlo como ejemplo de lo bajo que pueden llegar algunos de nuestros representantes electos. Sin embargo, también lo lanzó a la fama. Y han bastado un empujoncito de la situación socioeconómica para hacerlo presidente:

"Ahora es Bolsonaro quien se ríe y la presentadora Monica Iozzi quien se arrepiente de haberle dado visibilidad".

El efecto Straisand

En 2003, Kenneth Adelman tomó una serie de fotografías aéreas de la costa californiana para mostrar su degradación, para luego publicarlas en Pictopia.com. En una de esas fotos se podía ver la casa de Barbra Streisand. A la cantante no le hizo mucha gracia la publicación de imágenes de su casa, por lo que ni corta ni perezosa decidió lanzarse a los tribunales.

La cantante alegó que esas fotografías vulneraban su privacidad, por lo que exigió su retirada y una compensación de 50 millones de dólares. Antes de su acción, las fotografías se habían descargado seis veces -dos de ellas, los abogados de Streisand-. Durante el mes siguiente el archivo "Image 3850" recibió 450.000 visitas, apareciendo en centenares de medios y blogs. El caso se archivó y Streisand tuvo que pagar los costes legales a Adelman, un total de 155.567 dólares.

Desde entonces, el fenómeno por el cual tratar de reprimir algo acaba empujando su visibilidad se conoce con el nombre de efecto Straisand y tenemos múltiples ejemplos -pudiendo ser las redadas de la Guardia Civil y el referéndum catalán uno de ellos-. Y parece que los responsables de Caiga quien caiga ahora se sienten parte de él.