No es que el porno pueda considerarse muy instructivo, a menudo resulta todo lo contrario, pero no por ello impide aprender algo de él. Suele ser la entrada al sexo, esa puerta que nos brinda acceso a los placeres que nos regala el cuerpo adulto. Al fin y al cabo todos hemos pasado por él, ya sea de una manera o de otra. Cuando yo era niño intercambiábamos vídeos porno en VHS; ahora bastan unos pocos clicks para encontrar más porno del que cualquiera podría consumir en toda su vida.

Recuerdo la primera vez que vi una película porno. Era adolescente, tendría unos trece años, estaba solo en casa y un amigo me había pasado una cinta grabada del Canal+, de esas que echaban los sábados de madrugada. De verlas achinando los ojos cuando se emitían codificadas pasé a reproducir la película en su formato original; con tal contenido sexual que mi cerebro no daba abasto a procesar tal cantidad de carne en movimiento. Fue solo la primera de muchas, un tipo de películas que nunca abandonó mi catálogo audiovisual. Tampoco cuando me casé.

El porno es como cualquier otro género cinematográfico: hay tal cantidad de estilos y temáticas que generalizar resulta algo injusto. Una buena parte está centrado en el punto de vista masculino con gran predominio del machismo, eso es cierto, pero también resulta posible encontrar porno respetuoso y apto para ver en pareja. Esa es la clave: igual que seleccionamos las películas a la hora de ir al cine también hemos de elegir el contenido adulto para adecuarlo a nuestros gustos. Seamos responsables: el porno no tiene por qué ser malo.

No es que prepare para las auténticas relaciones sexuales, pero al menos ya vas con cierta idea. Eso fue lo que me ocurrió a mí y lo que le ha ido ocurriendo a la mayor parte de generaciones que se fue educando en el terreno sexual gracias al porno. Empieza siendo una curiosidad, luego pasa a convertirse en una herramienta de desahogo. Y cuando encuentras pareja estable puede convertirse en un complemento con el que estimular la líbido entre ambos.

Ver porno no es nada malo y gusta tanto a los hombres como a las mujeres, solo hay que elegir bien el tipo de contenido que se ve. Así que, ¿por qué no disfrutar en pareja de las películas clasificadas para adultos? Yo lo he hecho así. Y tengo unas cuantas razones para ello.

El porno es una excelente chispa

Conforme una pareja se conoce y va asentando la relación resulta más complicado encontrar tiempo para intimar. Y si a eso le sumamos los hijos, la ecuación pasa a ser tan complicada que cuadrar el deseo y el tiempo de ambos es casi un milagro. ¿Cómo solucionarlo? Basta con elegir un rato a solas y poner una película porno al gusto de los dos. Tras esta chispa seguro que surge el incendio.

Siempre hay posturas que aprender

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No se trata de poner en práctica todo lo que aparece en las escenas del porno porque solo son aptas para los integrantes del Circo del Sol, pero eso no quita que ofrezcan inspiración para que apartemos de una vez el gastado misionero. Son una buena forma de encontrar inspiración. Incluso podéis jugar a imitar lo que sale en la escena,una excelente manera de añadir esa pizca de pimienta que os faltaba.

Sirven para conocer mejor a la pareja

La literatura es como el sexo: está tan abierta a la imaginación que es una lástima quedarse siempre con los mismos libros. Como a menudo no confesamos las fantasías sexuales por temor a lo que piense nuestra pareja, ¿por qué no confesarlas mientras veis una película porno? Un "Pues un día me gustaría hacer eso", encontrar concordia con la pareja y descubrir que a los dos os apetece lo mismo.

Eliminan la vergüenza y el miedo a la intimidad

El sexo sigue manteniendo el estatus de tabú, incluso dentro de muchas parejas. No es que el porno elimine mágicamente la vergüenza, pero sí que puede allanar el terreno a que ambos os sintáis de manera cómoda en la intimidad para que también aprendáis a disfrutar de vuestros cuerpos, tanto del tuyo como del contrario. El sexo es natural, excitante, romántico, también permite que os conozcáis en la máxima profundidad. Compartir un poco de porno puede ayudar a deshacer cualquier inhibición.

Añadir una pizca de porno a las relaciones de pareja colabora a mantener el deseo y también la excitación. Elegid películas que os gusten a ambos, la simple elección ya estimula el deseo. Después solo debéis dejaros llevar, el resto vendrá rodado.