Tener hijos es una experiencia muy enriquecedora a nivel emocional, pero también -tal y como atestiguan los testimonios de muchos progenitores- resulta muy estresante. Compaginar la vida laboral y familiar de los adultos con las múltiples actividades de los menores, gestionar todo lo relativo a su cuidado y aderezarlo con una buena dosis de pataletas y caprichos, puede terminar con la paciencia de cualquiera

Más allá de la típica sensación de "ir de cabeza" y no llegar a tiempo a nada, ¿podría ese estrés convertirse en algo más serio a nivel psicológico? Según una investigación realizada en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), sí. Y sería algo parecido al síndrome burnout (estar quemado) que se experimenta en el trabajo.  

Según los datos facilitados por los investigadores- publicados recientemente por la revista Frontiers in Psychology- este síndrome recurrente en el ámbito laboral podría extrapolarse ahora al familiar.  En el informe, elaborado después de entrevistar a más de 2.000 padres, se indicaba que un 13% de los padres aseguraba estar emocionalmente exhausto, algo que los llevaba a ser menos productivos. "La prevalencia de ese agotamiento en algunos padres", señalan los autores, confirmaría que más allá del estrés, "sí procedería aplicar el término burnout (quemado)" para definir su situación. 

Silvia Álava, especialista en psicología infantil, señala que esta sensación sí es bastante habitual entre los padres de hoy en día. "Aunque en consulta recibimos muchos perfiles distintos de padres", recuerda, "son recurrentes las preguntas de padres que nos piden una fórmula para lograr relacionarse mejor con sus hijos, conseguir que les hagan caso o les obedezcan a la primera, y no tener que llegar a esa momento de "ya no tengo fuerzas para nada" y prefiero acceder a que hagan lo que quieran porque estoy especialmente cansado". 

¿Ocurre más ahora que en el pasado?

El término burnout asociado a la paternidad es algo que los expertos han ido introduciendo en sus investigaciones a lo largo de las últimas décadas, al tiempo que el propio concepto de paternidad ha ido adaptándose a las características de la sociedad del momento. ¿Podría decirse que los padres de ahora están más estresados que los de generaciones anteriores? "La sociedad actual es mucho más exigente tanto con los padres como los niños", explica Álava. "Además se dan circunstancias que no contribuyen a mejorar la situación: suelen trabajar tanto el padre como la madres, en trabajos con unos horarios muy extensos y muy demandantes. Es decir, que aún cuando estás en casa tienes que conectarte para seguir trabajando". 

A la situación de los adultos habría que sumar la propia agenda de los niños, a quienes se les exige que además de obtener buenas notas en el colegio, acudan después a una y mil actividades extraescolares. "El ritmo frenético en el que estamos inmersos y esa presión que genera sobre nosotros la sociedad, no ayuda", señala la psicóloga. 

El sentimiento de culpabilidad 

Al sentirse juzgados, agotados y frustrados, los padres tienden irremediablemente a desarrollar un sentimiento de culpa. "Un pensamiento muy habitual", explica Álava, "es que se digan así mismos Paso muy poco tiempo con mis hijos y el que paso estoy cansado, enfadado, etc...". La psicóloga, que ha recogido sus experiencias en el libro Queremos hijos felices, señala que cuando esto ocurra debemos tranquilizarnos y pensar "que como humanos que somos, nadie es perfecto. Es normal cometer errores, pero voy a intentar hacerlo lo mejor posible como madre o padre, y trazar un plan para revertir esa situación que nos desespera". 

Álava señala que es paradójico que, mientras en el ámbito laboral somos capaces de controlarnos muy bien y no perder los nervios, cuando estamos con las personas que más queremos o con las que tenemos más confianza "gritamos, contestamos mal y pagamos el cansancio acumulado". En ese momento la psicóloga recomienda frenar, coger aire y reflexionar unos segundos: "¿Actuar así realmente me está mereciendo la pena?  ¿Es esto lo que quiero para mi familia o tiene más sentido dejar lo que me molesta en la puerta de casa y una vez dentro ofrecer mi mejor versión a la gente que me quiere?" 

Cómo evitar "explotar" al llegar a casa 

Hay pequeños detalles cotidianos que pueden ayudarnos a conseguir dar la vuelta a las situaciones que tanto nos agotan. Por ejemplo, reforzar las cosas buenas que hacen los niños y no hacerles tanto caso cuando se están portando mal. Según explica la psicóloga, "es revelador que los padres tienden a presentar más atención a sus hijos en lo negativo que en lo positivo. Los niños lo captan y lo utilizan precisamente para repetir esos comportamientos que nos sacan de quicio". 

Álava pone un ejemplo concreto: "Dos hermanos están jugando tranquilamente en la habitación. Sus padres aprovechan entonces para ponerse a hacer cosas. ¿Cuando entran en la habitación? Casi siempre solo cuando se escuchan los gritos evidentes de una pelea". Lo aconsejable, sin embargo, sería prestarles atención cuando están tranquilos y reforzar esa idea con un "¡Qué bien! Cómo estáis jugando juntos" o "Me gusta mucho que compartáis este juego ¿Me explicáis en qué consiste?", señala la psicóloga. 

Otro truco que aportan en consulta para que los padres puedan reflexionar y analizar solos las dinámicas familiares es "apuntar qué día y a qué hora se produce la situación de conflicto que nos desborda, qué es lo que estábamos haciendo y qué decimos en ese momento", indica Álava. Al tranquilizarnos y tomar aire será más fácil encontrar soluciones y recobrar la energía necesaria para seguir adelante. 

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