Arturo Pérez-Reverte tiene una pandilla: un grupo de amigos, periodistas de renombre y literatos, con los queda a cenar y echar un trago. Esto no tiene nada de reprobable, ni de reseñable incluso: Carlos Herrera presume cada Navidad de su reunión de los '4 fantásticos'. En su última columna sin embargo, el novelista y académico ha tenido a bien hacer al público partícipe de su cuchipanda en su última columna en XL Semanal. La polémica que ha provocado no ha debido sorprender, todo lo contrario, desde el momento en el que introduce al objeto de deseo de la cuadrilla, la actriz Christina Hendricks, como la de "las tetas grandes de Mad Men".

Efectivamente, la columna entera está planteada como un reto cuartelero: el de atreverse a contar la noche en la que Antonio Lucas, Manuel Jabois, Edu Galan (de la revista Mongolia), David Gistau, el escritor mexicano Élmer Mendoza y él coincidieron en el legendario restaurante madrileño Casa Lucio con Hendricks y su marido Geoffrey Arend; cómo, tras la efusión de testosterona, intentaron conseguir una foto y fueron rechazados; y cómo, tras ahogar las frustraciones en el alcohol, meditaron "darle la del pulpo" al esposo, pero terminaron renunciando al pensar cómo la prensa trataría el escándalo.

Eso sí: Reverte avisa desde el primer momento que no pretende atenerse a la verosimilitud de su relato, para empezar aclarando que David Gistau no estaba presente pero que lo incluye de todos mods. La mujer de Mendoza sí que estaba, pero la elimina ya que requiere un consenso masculino absoluto. Y se regodea en la indignación en las redes sociales que va a provocar y a la que los otros, "mantequitas blandas", no quieren exponerse. Paladea la definición sexista que hace de Hendricks, justificándola en la "eficacia" y "brevedad". Eso sí, dedica cuatro líneas a glosar la pertinencia de la frase "la pelirroja de las tetas grandes".

Así, según el relato, los comensales son advertidos por una llamada de que Hendricks va a entrar a cenar y ella es entonces quien se convierte en plato fuerte del menú. La mirada del académico es la del carnicero. "En carne mortal pierde mucho. Suele ocurrir. Pero sigue siendo guapa y bien dotada. La acompaña un pavo enchaquetado que Teo define como el legítimo esposo. Estudiamos al pavo con ojo crítico. No tiene ni media hostia, apunta Edu Galán, ecuánime. Todos nos mostramos de acuerdo".

Deciden que "esta gringa no puede escaparse viva" y Reverte, "autoritario", ordena a Manuel Jabois que se acerque a su mesa porque es el más atractivo de los tres. "Semental de concurso", lo habría definido Galán, y la pluma del novelista subraya que en la "biografía-sexual" de 'Jabo' hay "periodistas y políticas", lo que le convierte el más indicado para persuadir a la actriz para que se haga una fotografía.

Pero el intento fracasa: Hendricks "pasa de él" y su marido "pone mala cara y dice que de fotos nada". Suficiente como para que la mesa entre en cólera. Mendoza habla de nada menos que de "darle plomo" y Galán insiste en que Arend no tiene "ni media hostia", mientras se traga la indignación con una copa de Frangelico. El relato termina con la pandilla observando torvamente en la calle cómo el matrimonio sí prodiga fotos y sonrisas al personal del restaurante y debatiendo si descargar los puños o no.

Ficcionalizado o no, hay un reproche recurrente al relato: la sexualización y cosificación despectiva hacia la mujer y el recrearse en temas como el alcohol y la conquista por la violencia como sinónimos de masculinidad. Es un ejemplo de manual de lo que en las páginas de EL ESPAÑOL quedó definido como 'Prosa cipotuda' y cuyos rasgos son 'la virilidad y la rimbombancia'.

Por parte de los aludidos, solo uno ha salido a desmentir el relato: Edu Galán, pero lo ha hecho para negar el copazo de Frangelico, no los términos en los que el mosconeo a Christina (a la que el académico insiste en llamar 'Cristina') Hendricks es descrito. Pero da la clave para interpretarlo: bajo la pluma de Reverte todos se convierten en personajes.

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